Enmascarada ha quedado la prosa que nos vestía, aquella que ungiéndonos de palabras agradecidas se derramaban como gotas de rocío mezcladas con miel.
Asoman ahora los resquicios de aquello que fuimos y con insondable tristeza pienso, a qué se debe tanta amnesia.
Perdimos de vista el norte y hemos de pararnos para no fenecer en este desolado páramo donde, sin saber cómo, seguimos presos de la inexplicable música.
Agitemos el alma de aquella forma en la que solíamos hacerlo, recordemos el ayer y vistámoslo con los mismos trajes, prendas de agradecimiento que hoy nos vienen grandes pero que el tiempo logrará reducir sus frunces de manera que lleguen a tomar la forma adecuada.
Ataviadas por ellas nos ofreceremos en señal de sacrificio a quien con dolor y amor nos regaló nueva vida y sólo espera de nosotros un corazón entregado.
Hemos de seguir creyendo que habrá salida, aunque el túnel nos siga pareciendo interminable y oscuro.
Hemos de seguir creyendo que por fin llegará la calma, aunque nuestra embarcación esté encallada a causa de la tempestad.
Hemos de creer que Dios cumplirá sus propósitos para con nuestras vidas, aunque hoy todo nos resulte adverso.
Debemos agarrarnos fuertemente a la fe, dejar a un lado el temor, seguir las huellas que Él nos ha marcado, abrigarnos bajo la esperanza de sus promesas y repetirnos con asiduidad :
¡No temas, cree solamente!