Acabo de inventar un test. Lo llamaremos "el codiciométro infantil". Intentará medir en qué medida sigue en nosotros el espíritu infantil. No hablo de ingenuidad, curiosidad, encanto u otras cosas bellas de esta etapa de la vida. Más bien, haré referencia a esta característica de los niños de desear siempre lo que tiene el otro.
¿Te sumas al desafío? Esto será muy sencillo. Tu tarea consiste en evaluar si tus reacciones son del tipo "A" o del tipo "B" en estas situaciones…
Te encuentras con un amigo y te comenta que se pudo, por fin, comprar la heladera nueva:
a) Lo felicitas, lo palmeas en el hombre y le dices que te alegras por él.
b) Le preguntas dónde la compró porque, ¡oh casualidad!, a ti te vendría bien una heladera nueva.
El vecino está pintando su casa:
a) Le deseas buena suerte. Reflexionas: "Me alegro por él, es un buen hombre, se lo tiene merecido".
b) Empiezas a pensar qué bueno sería pintar tu propia casa.
Tu compañero de trabajo te comenta que fue al cine y realmente disfrutó con su pareja:
a) Dejas que te siga contando sobre su paseo y te alegras con la experiencia de tu prójimo.
b) Te preguntas cuándo fue la última vez que la pasaste bien con tu pareja. Estás tentado de preguntar qué película vio, dónde comieron, si le salió barato… (sólo por el hecho de ver si puedes "copiarle" la actividad).
Si te acercas más al tipo B, significa que el niño todavía ha quedado arraigado en ti. Suena lindo, ¿no? En verdad, no es tan agradable saber que no hemos madurado en este sentido. La codicia y el deseo provocado por el progreso ajeno señalan que tenemos dos problemas:
- nos cuesta reír con el que ríe
- tenemos dificultades para experimentar el contentamiento o la satisfacción personal.
Podemos seguramente excusarnos diciendo que lo nuestro no es codicia sino espíritu de superación. Puede ser válido el argumento en otros casos. Pero, lamentablemente, no nos sirve como escapatoria a la hora de pensar en este tipo de situaciones.
Quizá tú poseas algo que no esté en las manos de tu amigo, vecino o compañero de trabajo. No tendrás la heladera nueva de tu amigo, ni la pintura nueva del vecino o la salida maravillosa de tu compañero. Pero hay otras experiencias que te pertenecen que, si no las redescubres, te harán sentir constantemente en inferioridad de condiciones.
Amigo, todos los "juguetes" no los podemos tener al mismo tiempo. Disfrutemos lo que tenemos en este momento y dejemos disfrutar a los demás de lo que hoy disponen. No vivamos todo el tiempo pensando sólo en nuestras gratificaciones.
GUSTAVO BEDROSSIAN