En una ocasión cuando Bunyan estaba tratando de orar, el tentador le sugirió: «Que ni la misericordia de Dios ni la sangre de Cristo tenían que ver con él, ni podían ayudarle a causa de sus pecados, por lo tanto era en vano orar. Sin embargo, él se dijo dentro de sí: «Yo continuaré orando.» El tentador le dijo: «Tu pecado es imperdonable.» «Bien -replicó él-, yo oraré.» Así que empezó a orar de esta forma: «Señor, Satanás me dice que ni tu misericordia ni la sangre de Cristo son suficientes para salvar mi alma; Señor, ¿cómo te honraré más, si creo que tú no me echarás fuera, o creyendo lo que el tentador me dice? Señor, yo creo que tú no quieres ni puedes hacerlo, por tanto continuaré honrándote creyendo que puedes, si quieres.» Y mientras hablaba así, como si alguien me hubiese dado un golpe en la espalda, vino a su mente la palabra de la Escritura: «¡Oh hombre, grande es tu fe!» Spurgeon
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