Una vez más miró la cumbre: la ansiada cumbre, que parecía escapar de sus
manos cada vez que quería alcanzarla. El invierno en Alaska estaba duro. La
nevada había sido cruel, y los músculos del anciano estaban frígidos.
Norman Vaughan, de ochenta y ocho años de edad, miró por última vez la cumbre
de la montaña que lleva su nombre, y nuevamente hizo el esfuerzo de escalarla.
Pero hacía demasiado frío, así que Vaughan desistió. Era la décima vez que
fracasaba.
Allá por 1928, el célebre almirante Richard Byrd había bautizado esa montaña,
de tres mil quinientos metros de altura, con el nombre de Vaughan, en honor de
su ayudante. Vaughan tenía en aquel entonces veintitrés años de edad. Durante
sesenta y cinco años, Vaughan había tratado de alcanzar la cima, pero sin éxito.
Esta última vez, cansado y triste, dio media vuelta con sus ayudantes y su
equipo, y abandonó el intento.
¡Cuántas veces en la vida deseamos alcanzar una cima y no lo logramos!
¡Cuántos estudiantes comienzan con fe y esperanza la carrera de sus sueños, y a
veces, aun antes de concluido el primer año, ya están guardando sus libros y
archivando sus esperanzas!
¡Cuántos jóvenes ilusionados llegan a la gran ciudad con sueños de ser
estrellas, y terminan lavando la losa en un restaurante de segunda, o lustrando
autos en una gasolinera! ¡Cuántos hombres entran en la arena política soñando
con llegar a la presidencia, pero quedan deshechos a mitad de camino por las
intrigas, las falsedades y los espejismos de la complejidad política!
¿Y qué de los sueños acerca del matrimonio? ¡Cuántos jóvenes comienzan llenos
de ilusiones, soñando con alcanzar la cúspide de la felicidad, sólo para
descubrir, amargados, que la relación con su pareja no fue más que una pasión
efímera!
Llegar a una cumbre es difícil. Nada que tiene valor viene fácil. Mientras
más grande es lo que buscamos, más difícil es alcanzarlo. Así es la vida; pero
está compuesta de años, meses, semanas y días. El secreto del éxito consiste en
lograr las hazañas de la vida un día a la vez.
Así sucede también con las inquietudes espirituales. Si esperamos saber todos
los detalles de la eternidad antes de emprender la subida, nunca obtendremos
paz. Busquemos a Dios un día a la vez. Cada día, en las palabras del Maestro,
digámosle al Padre celestial: «Danos hoy nuestro pan cotidiano» (Mateo 6:11).
Dios desea nuestro triunfo, tanto material como espiritual. Vivamos el día de
hoy con Dios a nuestro lado.
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