¿Cuan grandes son nuestros problemas?
Como nos sentimos cuando pensamos que nuestros problemas no tienen solución, como nos desesperamos pensando que lo que en su momento estamos enfrentando lo que muchas veces le llamamos “problemas sin solución inmediata”.
Muchas veces perdemos el control por cosas que si bien es cierto, afectan o alteran nuestra vida, no son algo que no tenga una solución, pienso que todo evento por muy difícil que sea tiene arreglo, pero muchas veces en lugar de buscar una solución gastamos tiempo y energía en lamentarnos y en auto compadecernos.
Leamos una conversación telefónica en un día cualquiera, entre dos compañeras de trabajo:
Amiga: Hola, buenos días…
SAM: Perdona que te moleste tan temprano, (7:30 A.M.)
Amiga: No hay problema, ¿qué pasó, estás bien?
SAM: Sí, sí estoy bien, sólo que esta mañana al despertar se me vinieron a la mente todos los problemas de lo que te hablé ayer. Mi ex-esposo no vino como prometió y no me trajo el dinero que tengo que pagar por la letra de mi auto. Como te conté, tengo esa cita tan importante, y no me da tiempo ir a la peluquería para ajustar mis penas. La muchacha de servicio llamó avisando que tiene cita con el médico para uno de sus hijos y que no podrá venir hasta esta tarde… Tengo que llevar los niños al colegio, o sea, tendré que correr el doble, Dios mío ayúdame, ya no puedo más.
Amiga: Sí, pero no te desesperes, esas son cosas que tienen arreglo.
SAM: No amiga, no le encuentro salida a todo esto y ya no aguanto más (llanto), mi vida no tiene sentido, soy un fracaso, perdóname, tengo que colgar, la nena se levantó y le tengo que dar desayuno (la nena, tiene 14 años).
Amiga: Okey, hasta luego…
En otro punto de la ciudad: Una mujer de condición humilde se desespera y pide la intervención divina para el sustento de del día, para que no le falte el pan para sus hijos, al mismo tiempo llora y se desgarra de dolor pensando en uno de sus hijos que se debate entre la vida y la muerte, sufre de cáncer que carcome su diminuto cuerpo y le roba la vida minuto a minuto.
¿Cuantas veces enfrentamos problemas que nos quitan la tranquilidad y el sosiego? ¿Cuántas veces nos lamentamos por el ingrato que se fue? ¿Cuántas veces nos ahogamos en un baso con agua, y muchas veces sin agua? Pero nos ahogamos porque pensamos que como nuestros problemas ninguno.
Sentimos que nuestra vida no tiene sentido, no pensamos por un momento en el hijo rechazado, despreciado por los padres que no aceptan la vida o el estilo de vida que este escogió y alejan a ese hijo/a de sus vidas para evitar “el que dirán” de familiares y amigos, piensan solo en su “honor herido”, no piensan que ese hijo quedará a la intemperie, no sólo de techo, sino de amor y apoyo.
Nos lamentamos muchas veces, porque nuestro hijo/a no rinde en las materias de escuela, pero otra madre, celebra con júbilo porque el hijo invalido le sonrió desde su silla de ruedas y la vio con una chispa de alegría en sus ojos.
Cuando recostamos la cabeza para el descanso, hacemos una plegaria ferviente, le pedimos a Dios en esa plegaria que el día de mañana sea mejor y nos entregamos al bendito sueño que nos aparta de “nuestros problemas” nos olvidamos muchas veces que muchos niños se fueron a la cama sin comer, y muchas personas, ni siquiera tienen una cama ni un techo donde refugiarse de las inclemencias del tiempo y de algunos humanos, y mientras el mundo duerme en algunas moradas, en otras el silencio de la noche se rompe por el desgarrador llanto de quienes le dan el ultimo adiós a quien les esta siendo arrebatado por la muerte.
Le ruegan a Dios entonces que les ayude a cargar con los problemas de lo que ya no tiene solución.
Si pensamos en esto y otros problemas de otras personas, ¿seguiríamos pensando que estamos pasando por problemas muy grandes o muy serios? ¿Tomaríamos esos problemas como lo peor que me pudo haber pasado?
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