Un día estábamos sacando tierra de un hoyo de seis pies de profundidad para un pozo. Durante un descanso para tomar agua, Jimmy calculó mal donde estaba el hoyo y dio un paso hacia el. Mi boca estaba demasiado llena de agua para advertirle, ¡y cayó dentro! Tenía miedo de que pudiera haberse quebrado una extremidad por la profunda caída e instantáneamente fui corriendo a ayudar. Pero cuando miré, Jimmy estaba saliendo indiferente del hoyo, como si nada hubiese pasado.
Así era la vida de Jimmy. Era un tipo que enfrentaba muchos hoyos a diario, pues no sólo estaba perdiendo la vista, sino también la audición. Sin embargo, Jimmy salía de cada hoyo en el que caía y seguía avanzando. Para mí, él es un ejemplo de fe para todos en el cuerpo de Cristo. Todos tenemos hoyos en los que caemos, así es la vida, pero la Palabra de Dios nos muestra que, como cristianos, debemos de enfrentar nuestros hoyos a través de los ojos de la fe.
Tal vez estás atascado en un hoyo en estos momentos. Podría ser una relación difícil, un hoyo financiero, una enfermedad, algo en lo que has estado atrapado desde hace tiempo, y te preguntas si alguna vez serás capaz de salir de ahí. Tu alguna vez cercanía con Cristo parece un sueño lejano. Pero Dios tiene algo poderoso que decirte acerca de tu actual hoyo.
Una clase de hoyo es aquel que creamos por nosotros mismos. Podemos volver a caer en una vieja costumbre pecado o un patrón de vida poco saludable que nos mantiene yendo en círculos. Nos encontramos a la deriva, perdidos, alejándonos cada vez más de la vida abundante que Dios ha provisto. Pero no importa en qué tipo de hoyo nos encontramos. Nuestro misericordioso Señor nos saca de cada uno de ellos.
“¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?” (Mateo 12:11).
Jesús está diciendo: “No importa si tú has creado tu hoyo. Ni siquiera la ley me detendrá de venir a sacarte de ahí.”
Gary Wilkerson