El viernes pasado se publicaron las palabras del Papa Francisco que había dicho en noviembre en una sesión con líderes de órdenes religiosas católicas. Entre otros temas, trató el tema de la formación de los sacerdotes.Dijo que el trabajo de formación era muy importante y que se no se hacía bien “ los sacerdotes se pueden convertir en pequeños monstruos ”.
El Papa habló de la importancia de la motivación de los que entran al sacerdocio. No deben entrar para una vida confortable o para subir la escalera de carrera. Dijo que los procesos formativos deben formar el corazón, no sólo la mente. Los seminarios necesitan llevar a los candidatos a las periferias, para que vean como vive la gente que van a servir. Sin este enfoque se puede enseñar la teología como algo abstracto, que crea fundamentalistas y no siervos.
Por supuesto, que todo lo que dice el Papa se está viendo a la luz de lo que ha sido la Iglesia Católica Romana. YFrancisco claramente reconoce que el catolicismo ha creado (y criado) a sus “monstruos”. Pero para mí lo que más me impactó fue el hecho de que reconocí que hay versiones evangélicas de lo que describió Francisco.
Los evangélicos también tenemos a nuestros “pequeños monstruos”. Algunos han hecho del ministerio un feudo o una manera de tener éxito económico. Otros hacen de la doctrina una norma separada de la vida, como que seguir a Cristo sólo tuviera que ver con aversaciones doctrinales correctas y no con vidas transformadas por el Espíritu Santo. Entre ellos están aquellos que siguen peleando “la doctrina correcta”. También conocemos a muchos pastores que buscan exigir del pueblo de Dios, sin tomar en cuenta la realidad de la gente que sirven.
Las iglesias cristianas urgen de pastores que tengan un claro llamado y que sepan que ese llamado va por encima del dinero o del poder.No es suficiente aprender todas las doctrinas correctamente, entender bien la Biblia, y conocer las tareas del ministerio. Si no tengo la compasión de Cristo, no puedo servir a la manera de Cristo y peligro convertirme en una persona que se desconecta de las necesidades reales de la gente.
La tarea formativa es clave en este momento de tanto cambio.Necesitamos formar a una nueva generación de pastores y pastoras que sepan servir a la manera de Cristo.Entonces el Espíritu nos podrá utilizar para tener un impacto poderoso sobre una generación nueva. Que así sea.