La adoración que agrada a Dios
La adoración que agrada a Dios se basa en las Escrituras. La adoración debe basarse en la verdad de la palabra, no en nuestra opinión acerca de Dios. A Dios le agrada la adoración que brota del corazón. Hemos sido hechos a imagen de Dios: somos un espíritu que habita un cuerpo, y Dios diseñó nuestro espíritu para comunicarnos con él. La adoración ocurre cuando nuestro espíritu responde a Dios.
“Seamos agradecidos. Inspirados por esta gratitud, adoremos a Dios como a él Le agrada, con temor reverente “HEBREOS 12:28 (DHH)
A Dios le agrada la adoración reflexiva. La lectura de las Escrituras usando distintas versiones y paráfrasis es provechosa para enriquecer nuestras expresiones de adoración.
Trata de alabar a Dios sin usar las palabras alabanza, aleluya, gracias, gloria a Dios o amén.
Haz una lista de sinónimos y usa palabras más novedosas como admirar, respetar, valorar, reverenciar, honrar, y apreciar. Además se específico. Tú preferirías dos cumplidos específicos a veinte generalidades vagas. Dios también. Otra idea es hacer una lista de los diferentes nombres que Dios tiene y concentrarse en ellos. Los nombres de Dios no son arbitrarios; expresan distintos aspectos de su carácter. Y él nos manda a alabar su nombre.
A Dios le agrada la adoración con sacrificio. La verdadera adoración tiene un precio. La adoración sacrifica nuestro egocentrismo. No podemos exaltar a Dios y exaltarnos al mismo tiempo. No podemos adorar para impresionar a los demás y para agradarnos a nosotros mismos. Necesitamos retirar deliberadamente el enfoque de nuestra persona. Cuando Jesús dijo: “ama a Dios con todas tus fuerzas” quería señalar que la adoración requiere esfuerzo y energía. No es siempre ni lo más conveniente ni lo más cómodo, y en ocasiones es un acto de voluntad absoluto: un sacrificio de buena voluntad.
“No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten”2 SAMUEL 24:24 (PAR)
A Dios le agrada la adoración continua. La alabanza debería ser la primera actividad al abrir los ojos y levantarnos, y la última al cerrarlos en la noche. La adoración no es parte de tu vida, es tu vida, y toda actividad puede convertirse en un acto de adoración cuando se hace para alabar, glorificar y agradar a Dios.
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