La curiosidad es cosa de tres: el curioso, el curioseado y el que recibe las conclusiones del primero.
El curioso suele ser chismoso, por eso necesita a un tercero para compartir sus pesquisas. Acostumbra a ser mentiroso y cobarde, pues negará haber compartido la información que conoce.
La simpática foto y su mensaje circulan por Internet. Son un ejemplo de lo que sucede con frecuencia. Personas con vidas insulsas que se aburren por no tener nada que hacer y meten su nariz en la vida de los demás con el fin de distraerse y juzgarlas. Se creen perfectas y no lo son. Suelen aparentar preocupación, comprensión, cariño, confianza, pero es mentira. Necesitan información para desmenuzarla antes de entregársela a otro ya sea de manera hablada, escrita o por señas; por correo postal, por e-mail, o wassap. Sienten llenura de gozo cuando consiguen su objetivo.
Si a estas personas curiosas de la vida de los demás se les para los pies se enfadan, te hacen ver que tú eres un mal pensado y que el chisme circulaba sin mala intención.
El curioso se siente intrigado por los pensamientos de los demás, por lo que hacen en sus casas, por los amigos que tienen, por lo que leen, por lo que comen, donde compran la ropa que visten, el número de zapato que calzan, la marca y cuanto les cuesta, a que hora se levantan y cuando se acuestan. Suelen tener mucho interés en la cifra de la nómina y en los gastos, pues se las dan de contables. Llevan al dedillo los asientos del Libro Diario, el debe y el haber de las actuaciones ajenas y, si se les deja, gobiernan los valores del Libro Mayor. Son, además, observadores en vertical, escanean al sujeto de arriba abajo y de abajo arriba.
No son amigos, son curiosos que necesitan llenarse de la vida del otro.
Conclusión:
La curiosidad es un vicio que se puede curar. Al tratarse de tres componentes, existen tres remedios: Por un lado, el curioso debe centrar la mirada en su propio interior, ver en qué puede mejorar y entretenerse en ello cuando le sobren las horas. Por otro, el curioseado debe discernir a quien le da su información personal, callar cuando tenga que callar. Por último, quien recibe la información tendría que buscarse otro entretenimiento, por ejemplo, el mismo que se le aconseja al curioso.
El curioso suele ser chismoso, por eso necesita a un tercero para compartir sus pesquisas. Acostumbra a ser mentiroso y cobarde, pues negará haber compartido la información que conoce.
La simpática foto y su mensaje circulan por Internet. Son un ejemplo de lo que sucede con frecuencia. Personas con vidas insulsas que se aburren por no tener nada que hacer y meten su nariz en la vida de los demás con el fin de distraerse y juzgarlas. Se creen perfectas y no lo son. Suelen aparentar preocupación, comprensión, cariño, confianza, pero es mentira. Necesitan información para desmenuzarla antes de entregársela a otro ya sea de manera hablada, escrita o por señas; por correo postal, por e-mail, o wassap. Sienten llenura de gozo cuando consiguen su objetivo.
Si a estas personas curiosas de la vida de los demás se les para los pies se enfadan, te hacen ver que tú eres un mal pensado y que el chisme circulaba sin mala intención.
El curioso se siente intrigado por los pensamientos de los demás, por lo que hacen en sus casas, por los amigos que tienen, por lo que leen, por lo que comen, donde compran la ropa que visten, el número de zapato que calzan, la marca y cuanto les cuesta, a que hora se levantan y cuando se acuestan. Suelen tener mucho interés en la cifra de la nómina y en los gastos, pues se las dan de contables. Llevan al dedillo los asientos del Libro Diario, el debe y el haber de las actuaciones ajenas y, si se les deja, gobiernan los valores del Libro Mayor. Son, además, observadores en vertical, escanean al sujeto de arriba abajo y de abajo arriba.
No son amigos, son curiosos que necesitan llenarse de la vida del otro.
Conclusión:
La curiosidad es un vicio que se puede curar. Al tratarse de tres componentes, existen tres remedios: Por un lado, el curioso debe centrar la mirada en su propio interior, ver en qué puede mejorar y entretenerse en ello cuando le sobren las horas. Por otro, el curioseado debe discernir a quien le da su información personal, callar cuando tenga que callar. Por último, quien recibe la información tendría que buscarse otro entretenimiento, por ejemplo, el mismo que se le aconseja al curioso.