“Si te dijera amor mío
Que temo la madrugada (…)
No sé que estrellas son estas
Que hieren como amenazas (…)
Presiento que tras la noche
Vendrá la noche más larga
Al Alba, Al Alba
Quiero que no me abandones
Amor mío al alba...”
Durante el principio de los años 70, tres jóvenes fueron condenados a muerte en España por sus ideas políticas. Eran momentos difíciles para la libertad, y a pesar de la mediación de numerosas personas en todo el mundo, la condena fue llevada a cabo. Luis Eduardo Aute compuso una pieza que intentaba describir la sensación de uno de ellos, justo la noche anterior a que le fuera quitada la vida. Es el sentimiento de una muerte segura que llegará “Al Alba”.
A pesar de lo que muchos digan, todos sentimos temor al pensar en esa madrugada. Todos vivimos con un ojo puesto en el más allá, enfocando el momento (cercano o lejano, nadie lo sabe) en el que nuestra vida terminará aquí. Y ese es un sentimiento universal: Nadie cree que su vida se acaba. Todos tienen la esperanza de que de alguna u otra manera, haya una posibilidad de vivir para siempre. Una racionalidad más allá de lo espacial y lo temporal como la nuestra, parece que demanda algo así, y todos lo saben. Y no es extraño, la Biblia misma nos dice que Dios “Ha puesto eternidad en el corazón de los hombres”* Y con ese sentimiento de eternidad vivimos.
Lo que es diferente es la manera cómo reaccionamos a esa llegada del Alba. La gran mayoría de la gente sólo puede tener temor, y es lógico: Siempre existe ese miedo a lo desconocido. Sin embargo hay otros “condenados a muerte” que pueden dormir a pierna suelta, como el caso de Simón Pedro (libro de los Hechos, cap. 12 y v.7) cuando estaba en la cárcel. Y es curioso, porque cuando vinieron a rescatarlo (recuerda que también iba a ser ejecutado al día siguiente) tuvieron que despertarlo casi a golpes.
¿Cual es la razón de que alguien pueda dormir tranquilo la noche antes de su ejecución? No hay duda que es la certeza que puede vencer cualquier tipo de temor: Saber lo que viene después. Y qué importante es que el mismo Señor Jesús certificase a sus discípulos que ellos iban a vivir con él para siempre. A propósito, esa promesa es también para todos los que estáis leyendo ahora. Y es una promesa que no cambia, la misma Palabra de Dios lo atestigua: Nuestro futuro está en Sus manos.
Yo he confiado mi vida a Aquel que es poderoso para conservarla más allá de la muerte. El temor al Alba no existe... ¿Y para ti?
Que temo la madrugada (…)
No sé que estrellas son estas
Que hieren como amenazas (…)
Presiento que tras la noche
Vendrá la noche más larga
Al Alba, Al Alba
Quiero que no me abandones
Amor mío al alba...”
Durante el principio de los años 70, tres jóvenes fueron condenados a muerte en España por sus ideas políticas. Eran momentos difíciles para la libertad, y a pesar de la mediación de numerosas personas en todo el mundo, la condena fue llevada a cabo. Luis Eduardo Aute compuso una pieza que intentaba describir la sensación de uno de ellos, justo la noche anterior a que le fuera quitada la vida. Es el sentimiento de una muerte segura que llegará “Al Alba”.
A pesar de lo que muchos digan, todos sentimos temor al pensar en esa madrugada. Todos vivimos con un ojo puesto en el más allá, enfocando el momento (cercano o lejano, nadie lo sabe) en el que nuestra vida terminará aquí. Y ese es un sentimiento universal: Nadie cree que su vida se acaba. Todos tienen la esperanza de que de alguna u otra manera, haya una posibilidad de vivir para siempre. Una racionalidad más allá de lo espacial y lo temporal como la nuestra, parece que demanda algo así, y todos lo saben. Y no es extraño, la Biblia misma nos dice que Dios “Ha puesto eternidad en el corazón de los hombres”* Y con ese sentimiento de eternidad vivimos.
Lo que es diferente es la manera cómo reaccionamos a esa llegada del Alba. La gran mayoría de la gente sólo puede tener temor, y es lógico: Siempre existe ese miedo a lo desconocido. Sin embargo hay otros “condenados a muerte” que pueden dormir a pierna suelta, como el caso de Simón Pedro (libro de los Hechos, cap. 12 y v.7) cuando estaba en la cárcel. Y es curioso, porque cuando vinieron a rescatarlo (recuerda que también iba a ser ejecutado al día siguiente) tuvieron que despertarlo casi a golpes.
¿Cual es la razón de que alguien pueda dormir tranquilo la noche antes de su ejecución? No hay duda que es la certeza que puede vencer cualquier tipo de temor: Saber lo que viene después. Y qué importante es que el mismo Señor Jesús certificase a sus discípulos que ellos iban a vivir con él para siempre. A propósito, esa promesa es también para todos los que estáis leyendo ahora. Y es una promesa que no cambia, la misma Palabra de Dios lo atestigua: Nuestro futuro está en Sus manos.
Yo he confiado mi vida a Aquel que es poderoso para conservarla más allá de la muerte. El temor al Alba no existe... ¿Y para ti?