Madurar no es envejecer
Muchas personas creen que madurar es un proceso que ocurre con el paso de los años (con la llegada de las primeras canas, arrugas, nietos y dolores musculares).
Sin embargo, “madurar” no pertenece al ciclo biológico de envejecer.
Envejecer es una realidad que escapa de nuestras manos, y madurar es elegir hacernos sanas y fuertes emocionalmente.
Madurar consiste en soltar todas las fuentes de sufrimiento que tenemos en nuestras vidas. “Soltar” es dejar ir, es atreverse a replantear la estructura de nuestra vida para diseñar una vida mejor que se acomode a las necesidades y deseos del hoy.
Insistir en cómo deberían ser las cosas nos produce malestar emocional. No debemos aferramos a un único enfoque, a una única forma de ver el mundo. Lo que sucede con eso, es que si las cosas NO salen como nosotras queremos, estallamos en ira, tristeza, ansiedad o depresión. No comprender que las personas sienten y tienen el derecho a sentir diferente o a vivirse de otra manera, nos vuelve exigentes, demandantes y caprichosos, características opuestas a la Madurez.
En la madurez, aceptamos que todo tiene un fin, y eso nos permite vivir en el “ahora”, y disfrutar de lo mejor, soltando las broncas pasajeras más rápidamente porque sabemos que no vale la pena vivir con rencores.
La madurez es un estado personal en el que la perfección y la exigencia no tienen cabida. Ya no utilizamos el yo debería, tu deberías o ellos deberían, sino que decimos yo preferiría
Aceptar esto nos hace fuertes y emprendedoras, pues reconocemos que a cada instante damos lo mejor de nosotras mismas independientemente de los resultados.
Para ser madura hace falta dejar atrás la manipulación infantil con la que aprendimos a conseguir las cosas en el camino de la vida.
Emociones de las que debemos deshacernos:
Enojo porque las cosas no son como desearíamos.
Culpa por habernos equivocado.
Tristeza porque los demás no actúen como deseábamos.
“ MADURA.”
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