¿Existe la mujer ideal?
Sin ser irrespetuosa con los textos bíblicos, ya me guardaría yo de caer en algo así, en muchos de ellos la mujer no aparece como sujeto sino como objeto. Posiblemente es una consecuencia del sistema patriarcal, las leyes escritas por y a favor de los varones.
El libro de Proverbios recopila refranes, poemas y sentencias que provienen del antiguo Israel. Además de ser atribuido a Salomón, aparecen también otros sabios como Agur, Lemuel y algunos escribas del rey Ezequías.
En Proverbios 31, 10-31 encontramos algunos dichos de Lemuel bajo la instrucción de su madre. Relata las cualidades que debe tener la mujer perfecta.
Es hermoso elogiar a la mujer de tal manera que se le otorguen a una sola todas esas capacidades y dones que aparecen en el texto. Es el reconocimiento de lo que una mujer puede ser y hacer. Más que una realidad, es este un canto sublime a nuestras cualidades aunque no deja de ser un texto basado en sociedades patriarcales.
El ideal de esposa estaba en la posesión de todos los dones expresados para que el marido pudiera fiarse plenamente y sentirse complacido, ¿quién no confía en la perfección? Ella vive para satisfacerle. Si es posible debe adivinar sus pensamientos y deseos. Trabaja con la inteligencia y con su cuerpo. Busca la materia prima dondequiera que se halle, cerca o lejos.
Le falta tiempo para cumplir con tantas obligaciones y duerme lo justo. Se levanta muy temprano y no se queja de agotamiento. Madruga tanto porque tiene que darle de comer a sus hijos y a sus criadas.
Es ella la que hace las compras de los bienes necesarios, los terrenos que van a pertenecer al patrimonio familiar y todo lo demás. Esto quiere decir que se le reconoce suficiente inteligencia para evitar que la engañen. Hace las inversiones convenientes, por ejemplo, siembra viñedos.
La mujer ideal no carece de fortaleza, no debe caer en ese error. Cada día es buena, alegre, nada empaña su simpatía, nada de rachas malas ni de hormonas que le fastidien planes, ni jaquecas, ni otras quejas aflicciones. Va al grano. Anda en todo tiempo dispuesta al servicio de los que se lo merecen: los demás.
La mujer ideal mantiene en alto su labor de ayudar a los necesitados, ¡cómo no! Teje la ropa de su familia incluidas las colchas.
Lo mencionado en las líneas anteriores no está completo. Hace túnicas y cinturones para venderlos. Posee el don de la sabiduría y lo enseña todo con amor. Nunca tiene malos momentos. Mucho menos malos pensamientos. Eso cambiaría la concepción que tienen de ella y no puede permitírselo.
Mientras trabaja vigila que todo esté bien en casa. Tiene controlada al milímetro cualquier cuestión y es tan humilde que todavía duda de que algo pueda salirle mal. No se relaja. No debe. Y sobre todo, es tan buena que, a veces, se queda sin comer porque piensa que no se lo merece.
Haciendo todo esto, continua el texto, no le preocupa el día de mañana. Todo sea por las alabanzas que recibe de sus hijos y su marido, dadas con razón: "Mujeres buenas hay muchas, pero tú eres la mejor de todas".
Y por último, como si todo lo anterior fuera poco bueno, agrada al Señor, eso es lo que la hace digna de alabanza: "¡Alabadla ante todo el pueblo! ¡Dadle crédito por todo lo que ha hecho!"
En contrapartida, parece que el esposo se dedica a la vida placentera con otros iguales del pueblo y presume de esposa. La perfección de ella se proyecta en el marido, por eso es un hombre de los más respetados del país, pues su fama cruza incluso hasta el infinito.
¿Existe el hombre ideal?
Los primeros nueve versículos de este texto son lecciones para el varón. Lo primero que le aconseja es que se cuide de las mujeres, que no gaste sus energías con ella pues hasta los reyes se pierden por su causa; que no abuse del vino y del licor (¿seguramente de los viñedos que la mujer ideal siembra en el versículo 16?); y algo espiritual: Defender a los pobres y humildes.
Sería hermoso que los varones aspirasen a tener las cualidades que se le aconsejan a esta mujer que cierra el libro de Proverbios para que ellas se sintiesen igualmente orgullosas de sus esposos. Si no a todos estos dones, por ser imposible, al menos a ilusionarse con algunos.
Este texto lo usan en contra de las mujeres en vez de favorecer todos los dones que Dios les da. Más que leer el texto simbólico, como un ideal para resaltarnos, lo usan para compararlo con nuestros defectos. Acusan a las mujeres que no alcanzan todas estas virtudes de no valer la pena.
Sin ser irrespetuosa con los textos bíblicos, ya me guardaría yo de caer en algo así, en muchos de ellos la mujer no aparece como sujeto sino como objeto. Posiblemente es una consecuencia del sistema patriarcal, las leyes escritas por y a favor de los varones.
El libro de Proverbios recopila refranes, poemas y sentencias que provienen del antiguo Israel. Además de ser atribuido a Salomón, aparecen también otros sabios como Agur, Lemuel y algunos escribas del rey Ezequías.
En Proverbios 31, 10-31 encontramos algunos dichos de Lemuel bajo la instrucción de su madre. Relata las cualidades que debe tener la mujer perfecta.
Es hermoso elogiar a la mujer de tal manera que se le otorguen a una sola todas esas capacidades y dones que aparecen en el texto. Es el reconocimiento de lo que una mujer puede ser y hacer. Más que una realidad, es este un canto sublime a nuestras cualidades aunque no deja de ser un texto basado en sociedades patriarcales.
El ideal de esposa estaba en la posesión de todos los dones expresados para que el marido pudiera fiarse plenamente y sentirse complacido, ¿quién no confía en la perfección? Ella vive para satisfacerle. Si es posible debe adivinar sus pensamientos y deseos. Trabaja con la inteligencia y con su cuerpo. Busca la materia prima dondequiera que se halle, cerca o lejos.
Le falta tiempo para cumplir con tantas obligaciones y duerme lo justo. Se levanta muy temprano y no se queja de agotamiento. Madruga tanto porque tiene que darle de comer a sus hijos y a sus criadas.
Es ella la que hace las compras de los bienes necesarios, los terrenos que van a pertenecer al patrimonio familiar y todo lo demás. Esto quiere decir que se le reconoce suficiente inteligencia para evitar que la engañen. Hace las inversiones convenientes, por ejemplo, siembra viñedos.
La mujer ideal no carece de fortaleza, no debe caer en ese error. Cada día es buena, alegre, nada empaña su simpatía, nada de rachas malas ni de hormonas que le fastidien planes, ni jaquecas, ni otras quejas aflicciones. Va al grano. Anda en todo tiempo dispuesta al servicio de los que se lo merecen: los demás.
La mujer ideal mantiene en alto su labor de ayudar a los necesitados, ¡cómo no! Teje la ropa de su familia incluidas las colchas.
Lo mencionado en las líneas anteriores no está completo. Hace túnicas y cinturones para venderlos. Posee el don de la sabiduría y lo enseña todo con amor. Nunca tiene malos momentos. Mucho menos malos pensamientos. Eso cambiaría la concepción que tienen de ella y no puede permitírselo.
Mientras trabaja vigila que todo esté bien en casa. Tiene controlada al milímetro cualquier cuestión y es tan humilde que todavía duda de que algo pueda salirle mal. No se relaja. No debe. Y sobre todo, es tan buena que, a veces, se queda sin comer porque piensa que no se lo merece.
Haciendo todo esto, continua el texto, no le preocupa el día de mañana. Todo sea por las alabanzas que recibe de sus hijos y su marido, dadas con razón: "Mujeres buenas hay muchas, pero tú eres la mejor de todas".
Y por último, como si todo lo anterior fuera poco bueno, agrada al Señor, eso es lo que la hace digna de alabanza: "¡Alabadla ante todo el pueblo! ¡Dadle crédito por todo lo que ha hecho!"
En contrapartida, parece que el esposo se dedica a la vida placentera con otros iguales del pueblo y presume de esposa. La perfección de ella se proyecta en el marido, por eso es un hombre de los más respetados del país, pues su fama cruza incluso hasta el infinito.
¿Existe el hombre ideal?
Los primeros nueve versículos de este texto son lecciones para el varón. Lo primero que le aconseja es que se cuide de las mujeres, que no gaste sus energías con ella pues hasta los reyes se pierden por su causa; que no abuse del vino y del licor (¿seguramente de los viñedos que la mujer ideal siembra en el versículo 16?); y algo espiritual: Defender a los pobres y humildes.
Sería hermoso que los varones aspirasen a tener las cualidades que se le aconsejan a esta mujer que cierra el libro de Proverbios para que ellas se sintiesen igualmente orgullosas de sus esposos. Si no a todos estos dones, por ser imposible, al menos a ilusionarse con algunos.
Este texto lo usan en contra de las mujeres en vez de favorecer todos los dones que Dios les da. Más que leer el texto simbólico, como un ideal para resaltarnos, lo usan para compararlo con nuestros defectos. Acusan a las mujeres que no alcanzan todas estas virtudes de no valer la pena.