No quiero estar entre la multitud que sentada espera a que le llegue el pan y el pescado que sin ellos saberlo tú has multiplicado. No quiero estar en la barca azotada por las olas y ver asombrada como la mar queda en calma al sonido de tu voz.
Quiero quedarme en silencio escondida en el arroyo de Querit , aguardando tus palabras que con sabiduría me indicarán la senda propicia en la que guiar mis pasos.
Hoy no quiero sentarme a la mesa contigo para contemplar como una afanada Marta nos sirve, ni tampoco quiero recostarme a tus pies simulando ser María . Sé que muchas veces he anhelado estar ahí, en esa actitud de humildad, mas hoy quiero estar escondida en el arroyo de Querit.
Querit es el lugar donde aprender que la pérdida no es derrota, que las manos vacías no significan que no puedan llenarse, que los ojos vidriosos son limpiados para ver con claridad lo que no podemos distinguir con la mirada opaca.
Siempre deseé andar contigo sobre el mar, esperar tu entrada triunfal en Jerusalén para así poder tender mi manto a tu paso. Que dulce ha sido para mí pensar que podría acompañarte en uno de tus paseos junto al mar de Galilea y ser espectadora de tus múltiples milagros. Sin embargo he aprendido que es necesario pasar algún tiempo escondida en el arroyo de Querit. Cultivar en soledad el valor de la compañía , sabiendo que el dolor es un camino sinuoso pero certero que te lleva hasta el corazón debilitado para hacerte cómplice del sufrimiento impropio.
Hoy mi Señor, no quiero estar contigo en las bodas de Caná y observar arreboladas las mejillas de los comensales ignorantes al prodigio, ni tan siquiera procuro imaginarme sentada en esa última cena.
Deseo más que nada permanecer oculta en el arroyo de Querit, allí donde las cosas profundas fluyen con sencillez y me enseñan el camino hacia una vida de excelencia. Allí donde el sonido de tu voz no se pierde entre el barullo de de la muchedumbre sino que llega hasta mí acompasado y sereno.
Quiero quedarme en silencio escondida en el arroyo de Querit , aguardando tus palabras que con sabiduría me indicarán la senda propicia en la que guiar mis pasos.
Hoy no quiero sentarme a la mesa contigo para contemplar como una afanada Marta nos sirve, ni tampoco quiero recostarme a tus pies simulando ser María . Sé que muchas veces he anhelado estar ahí, en esa actitud de humildad, mas hoy quiero estar escondida en el arroyo de Querit.
Querit es el lugar donde aprender que la pérdida no es derrota, que las manos vacías no significan que no puedan llenarse, que los ojos vidriosos son limpiados para ver con claridad lo que no podemos distinguir con la mirada opaca.
Siempre deseé andar contigo sobre el mar, esperar tu entrada triunfal en Jerusalén para así poder tender mi manto a tu paso. Que dulce ha sido para mí pensar que podría acompañarte en uno de tus paseos junto al mar de Galilea y ser espectadora de tus múltiples milagros. Sin embargo he aprendido que es necesario pasar algún tiempo escondida en el arroyo de Querit. Cultivar en soledad el valor de la compañía , sabiendo que el dolor es un camino sinuoso pero certero que te lleva hasta el corazón debilitado para hacerte cómplice del sufrimiento impropio.
Hoy mi Señor, no quiero estar contigo en las bodas de Caná y observar arreboladas las mejillas de los comensales ignorantes al prodigio, ni tan siquiera procuro imaginarme sentada en esa última cena.
Deseo más que nada permanecer oculta en el arroyo de Querit, allí donde las cosas profundas fluyen con sencillez y me enseñan el camino hacia una vida de excelencia. Allí donde el sonido de tu voz no se pierde entre el barullo de de la muchedumbre sino que llega hasta mí acompasado y sereno.