No quieras ser un ángel. A lo largo de la historia de la humanidad, se hubieran cometido menos abusos en el nombre de la religión, menos crímenes, menos muertes a los infieles y a los herejes, así como menos práctica del ritual vacío, insolidario y alejado de Dios, si los cristianos hubieran sido más conscientes del hecho de la encarnación, del Dios que se funde con lo humano y deja al hombre como el lugar sagrado por excelencia.
El error es haber hecho un distanciamiento total entre el hombre y Dios como si fueran dos realidades antagónicas, hasta el punto de que muchos cristianos han pensado que su acercamiento a Dios se basaba en el alejamiento del hombre, de lo humano. Es entonces cuando no podemos imitar a Jesús en su encarnación. Mientras él se encarnó, parece que nosotros queremos huir de lo humano y divinizarnos. No quieras ser un ángel.
No quieras ser un ser sólo celeste. Es un error. De ahí que a lo humano, la religión muchas veces no lo haya respetado. Quizás por eso, la acción social que dignifica al hombre, en muchos momentos históricos, que tiene sus reflejos incluso en el momento actual, el compromiso social con el hombre sufriente haya sido considerado simplemente como una teología segunda, cuando no han pensado que es una teología liberal que nos aleja de un concepto de Dios separado y distanciado de lo humano.
Para muchos, aún hoy, lo importante es el alma. Puedes equivocarte al desencarnarte. Al cuerpo se le desprecia como si fuera el foco de las pasiones pecaminosas en pugna constante con las realidades divinas, con nuestra propia alma. Se vive, así, más un platonismo que un cristianismo. La filosofía griega triunfa contra el concepto del Dios de la vida que se funde con lo humano, lo dignifica y lo hace un elemento de salvación. No se salva el alma, sino el hombre integral. De ahí que la resurrección de los cuerpos sea un elemento esencial del cristianismo. No. No desees ser un ángel.
La acogida que Dios hace de lo humano, el descenso que hace para fundirse con la humanidad a través de la encarnación, es lo que hace que se fundan lo trascendente con lo inmanente. De ahí que el deseo de muchos cristianos de querer ser como dioses, alejándose de lo humano, no sólo sea un pecado, sino un error, una equivocación que, en lugar de acercarle a Dios, le aleja de Él.
No te alejes de lo humano ni le des la espalda. El pecado de querer ser como dioses, que ya se muestra en los principios de la humanidad, es confundir los planes de Dios. La forma de hacernos cada vez más semejantes a Dios, es hacernos solidarios con el hombre. A Dios lo encontramos fundido con sus criaturas. Así, muchos espiritualismos y misticismos que nos separan del hombre, van en la dirección opuesta en la que se mueve Dios mismo. Por tanto, la tentación de los humanos de querer ser como dioses alejados de las realidades sociales y de las problemáticas humanas, es la mayor trampa de Satanás. Él sí quiere que pienses ser como Dios o simplemente como los ángeles.
Desciende también a la tierra, a los lugares donde sufren los hombres. Tú no estás llamado a ser un ángel. Cuando nos vamos humanizando, nos vamos acercando a los focos de pobreza en donde sufre el hombre, cuando nos acercamos tanto al hombre que sufre que podemos hacer nuestro su sufrimiento y nos fundimos con él como si fuera nuestro hermano, nuestro prójimo o nuestro alter ego , cuando luchamos contra la deshumanización en cualquiera de sus vertientes: pobreza, marginación, analfabetismo, dignificación o liberación de la opresión o el sufrimiento, nos humanizamos, nos fundimos con lo humano… acercándonos a su vez a lo divino.
Es entonces allí cuando se da el encuentro con lo trascendente que, por voluntad propia, se hizo inmanente y vino a morar entre los hombres para servir. Es por eso que a Dios, más que en las alturas o en los tronos celestiales, lo encontramos aún crucificado entre los hombres, sufriendo con los sufrientes y crucificados del mundo. Él está entre nosotros, entre los hombres.
Así, cuando nos alejamos del hombre para buscar la divinidad, cuando queremos ser simplemente como un ángel desencarnado, es decir, cuando vamos en la dirección opuesta a la de Dios mismo, no es de extrañar que caigamos en guerras religiosas, en la bendición de los cañones o de los bombarderos. Podemos intentar matar al hombre en el nombre de Dios. Por eso también, muchas veces pasamos de largo, insolidariamente como malos prójimos, ante los focos de pobreza, allí donde los hombres se mueven despojados por el egoísmo de sus congéneres, e incluso buscamos justificación al empobrecimiento del mundo.
Es por eso que, al querer ser como criaturas celestes, muchas veces, hay cristianos insolidarios con los temas ecológicos sin darse cuenta que el despojo de la tierra y el del hombre caminan juntos. Nuestra prioridad va a ser la relación con lo divino de una manera desencarnada quitando valor a la encarnación. Buscamos solamente el gozarnos insolidariamente en la alabanza de un Dios que no nos escucha. Hemos confundido el camino. Mientras la divinidad se humaniza, se hace profundamente humana, muchos de nosotros emprendemos un viaje en dirección opuesta como si quisiéramos ser ya sólo espíritus.
Entonces, nos daremos cuenta que, al final del camino, estaremos vacíos, insatisfechos, llenos de plegarias inútiles y de oraciones que no han pasado del techo de nuestras iglesias. Dios estaba en lo más profundo de la humanidad y nosotros lejos, en las esferas celestes. Dios estaba fundido con el hombre, sufriendo en solidaridad con él y llamándonos a que seamos buenos prójimos y nosotros mirábamos sólo el ritual.
Todavía los cristianos podemos dar el giro y descender. Podemos buscar al Dios que habita junto a sus criaturas. Es el único Dios que puede fundamentar toda una ética humana que a la vez es divina, una ética socioespiritual solidaria con el hombre en nuestro aquí y nuestro ahora. Señor, queremos estar contigo para siempre en los cielos, pero queremos ser tan humanos como tú fuiste en tu encarnación.