Hoy, leyendo un proverbio bíblico, recordé a un paciente al que atendí años atrás.
Alfonso (no es su verdadero nombre) era bastante peleador cuando salía con su auto. Cualquier mínimo tema era una buena excusa para enfrentarse con los demás conductores. En su lógica mental, todos manejaban mal y sólo él lo hacía con corrección. Con sus arrebatos, varias veces había terminado improvisando un ring de boxeo en la vía pública (o algo más cercano a lo que hoy nos presenta la UFC). Quienes construyen este estilo, consideran que todo el tiempo hay que hacer “docencia” con los demás, enseñándoles como sea, a mejorar su estilo de manejo.
Un día hizo un clic y tuvo un giro de 180 grados. Reconoció la insensatez de su estilo, cuánto afectaba a su salud y al desarrollo de su día, cuán mala influencia era para los demás. Influencia, sí comprendió el significado del término influencia. Por lo cual se propuso el camino inverso. Como es muy divertido, se dio cuenta que una salida graciosa en medio de una situación tensa, podía cambiar el humor propio y ajeno. Se transformó en alguien más gentil y generoso al conducir. Detectó que muchos (no todos) le respondían con gentileza y generosidad. Hizo una sana autocrítica y reconoció que él también había conducido hasta ahora con torpeza y prepotencia. Lo tomó esto como una misión: ser una influencia positiva en la calle.
El proverbio antes mencionado expresa:
“La respuesta apacible desvía el enojo, pero las palabras ásperas encienden los ánimos” (Proverbios 15: 1, Biblia NTV).
¡Cuánto poder hay en una reacción o respuesta tuya!
Puedes ser un generador de paz, calma, salud y alegría.
También puedes encender lo peor del otro.
Suelo pensar, a partir de algo que me enseñaron, que todos los días nos enfrentamos con Anzuelos: situaciones de la vida donde nos sentimos tentados a reaccionar con ira. Al morder el anzuelo, nos entusiasmamos construyendo argumentos sobre una supuesta injusticia sufrida. Siempre somos tendenciosos y arbitrarios. Los demás se comportan mal. Y nosotros, los santos y justicieros, habremos de enseñarles a portarse bien (allí todo, o casi todo, vale). ¡Qué hipócritas somos cuando encaramos ese camino! Como Alfonso, creemos que somos unos de los pocos elegidos que hacemos las cosas bien.
Amigo, Alfonso cambió. De ser un instrumento de violencia se transformó en un generador de paz. ¿Podrás elegir también en este tiempo esa misma dirección? ¿Vas a seguir enojado mordiendo y mordiendo el anzuelo? Te animo a cuidar tu salud y la de tu entorno evitando el anzuelo y desarrollando respuestas apacibles. No eres un tonto cuando comienzas a buscar la paz; por el contrario, dejas de ser el tonto que siempre fuiste. ¿Quieres un mundo de paz? Sé un instrumento de paz en dondequiera te encuentres.
GUSTAVO BEDROSSIAN