Despojado de todos mis honores,
todas mis distinciones y mis proezas;
abandonado de aquello en lo que confié
hoy, al contrario, me dan la cara mis bajezas.
El éxito se fue eclipsando y si aún queda algo,
la gloria no sirve para nada cuando
más duelen los clavos.
He quedado desnudo y temblando.
Sin el calor de los aplausos
el sudor de la soledad me tirita en las venas.
Ved, ved mi pobreza y toda la amargura que me queda;
todos mis recursos el río del tiempo se los lleva.
El esplendor de ser alguien importante
me soltó el último lastre y amarre.
Reaparecen todos mis fantasmas
con la caries infectada entre los dientes;
quieren amordazarme el alma y
hacer de mí un continuo penitente.
¿Qué soy cuando me encuentro solo
sin tener a nadie delante a quien
deslumbrar con mis discursos y debates?
Sin mis corbatas y mis trajes,
mirado a través de la cerradura,
abandonado del diurno maquillaje,
¿qué piensas encontrarte?
Un hombre de soledades y errores
queriendo amnésico escaparse.
Un hombre de barro.
Y en la punta de los dedos,
cúmulo de miserias y debilidades.
(Me da miedo el mirarme
por si el mirar y hallar Tu ausencia,
lo percibo en un solo instante).
¿De qué me sirven todas las coronas,
y los cetros y los baluartes
si una vez silenciada la llamada
de las trompetas finales,
me añades la eterna pena de no
poder en tu Comunión gozarte?
¡Qué temible es la trampa del
andar sabio en la propia opinión!
Y pensar que todos pasaremos desnudos
sin más obras que las que fueron hechas
sin ser gobernadas por la pública razón.
¿De qué sirve la muerte a quién a vivir
esclavo de la ajena alabanza ya se condenó?
Como mota de polvo en una de Tus manos,
tómame; barro primero al que un día hablaste.
Llévame dentro ante Tus ojos.
Si acaso mendigar a la sombra de Tu esplendor.
No me dejes solo en el circo de los orgullos
porque se torna infierno, se trueca en desazón.
Y la gloria pasa y del mundo, su ilusión.
Sólo queda un vaso agrietado
que deja de ser cieno al mirar la cruz
donde pende el Hombre todo ensangrentado.
¡Oh ser extrañado por ti; de todos olvidado...!
Pero quedar presente ante Aquél que me ama
y las dudas, el miedo, las tinieblas del rechazo
ha disipado.
a J. A. M
PILAR OLMEDO