Oración para el amanecer de un lunes
que va
a ser distinto.
En la noche del alma nunca hay lunas llenas. Amanecer
después de esa densa tiniebla y comenzar el lunes enfrentando los desafíos de
una nueva semana, es para muchos un escalón demasiado alto, un esfuerzo inicial
que exige que todos, absolutamente todos los músculos del cuerpo se tensen
preparándose para esa batalla contra uno mismo.
Y si uno sabe que levantarse de la cama va a significar
enfrentarse a ese enorme gigante que intimida, es lógico que el deseo sea
prolongar la inconsciencia del sueño.
Ese escalón de lunes es más grande cuando no se tiene fe.
Porque se pierde la motivación, el objetivo, la razón, el sentido.
Tristemente hoy mismo, en este amanecer de un lunes
incierto, sé que 8 de cada 10 lectores de este mensaje sienten a Dios muy
lejos, se reconocen como personas de fe, pero no experimentan el abrazo
reparador del Padre en el amanecer. Posiblemente porque no lo conocieron cuando
eran niños, no sé. Lo cierto es que el cuarto de baño, la cocina, la calle, la
oficina, se muestran esta mañana como ámbitos fríos y profundamente solitarios.
En este amanecer quiero darte gracias, Señor. Otra noche
con sus tinieblas ha pasado y de nuevo alumbra la luz del sol y nos pone por
delante un nuevo día en que cumplir nuestras tareas según Tu querer, según Tu
voluntad.
Yo te pido especialmente por cada uno de aquellos que,
habiendo sido llamados a una vida distinta, tenemos la responsabilidad de
iluminar también las tinieblas del alma de otros; para aquellos que llevaremos
una luz en un lunes que no tiene sol.
Vienen a mi mente las palabras de Pablo:
Filipenses 2:12-18
De modo que, amados míos, así como habéis
obedecido siempre -no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en
mi ausencia-, ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor; porque Dios es el que produce en vosotros tanto
el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad.
Hacedlo todo sin
murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de
Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual
vosotros resplandecéis como luminares en el mundo, reteniendo la palabra de
vida. Así yo podré gloriarme en el día de Cristo de que no he corrido ni he
trabajado en vano. Al contrario, aunque haya de ser derramado como libación
sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y me regocijo con todos
vosotros. De igual modo, gozaos también vosotros y regocijaos conmigo.
Querido lector, ¡Alégrense!
Nos dice Pablo a ti y a mí esta mañana. No lo hagas solamente por aquel que miras
en el espejo sino por todos los cientos de personas que no saben, que no han
tenido la oportunidad de saberlo, que hay una esperanza en el sentido a la vida
que aporta la fe en Jesucristo.
¡Alégrense! Nos exhorta
el apóstol, sacudiendo los restos de nuestras propias tinieblas.
Señor, oro por Tu Iglesia, para que pueda constituirse en
este día oscuro en luminaria hacia un mundo que no conoce la luz.
Oro por los que sufren: en sus cuerpos, en sus mentes o
en sus almas, pidiendo les des salud a sus físicos, y a sus espíritus
quebrantados, hallando restauración y cura a esas heridas que todavía sangran.
Líbranos, Señor, del egoísmo y la indiferencia ante sus
agonías y ayúdanos a darles el vaso de agua fresca que mitigue su sed. El café
calentito para el alma, que desayune la languidez de una noche de tormentas.
Ayúdanos, Señor, a quedar aferrados a la Palabra de vida
que tu hijo Jesús es, de manera que podamos gozarnos y regocijarnos
auténticamente y desde la integridad de nuestro ser, aún en los que a nosotros
nos cueste, poniéndonos a Tu disposición en medio de una sociedad que hoy no
encuentra paz.
Oro, querido Padre, por los seres queridos que nos has
dado en familia, por la Iglesia perseguida, por aquellos sobre los que hoy pesa
la amenaza de muerte por proclamar Tu Evangelio.
Oro para que sobre cada lector de estas palabras, la luz
de Cristo que destruye toda tiniebla del alma, venga a resplandecer a través de
sus ojos, a través de la mano que se estrecha, del beso del amanecer.
En el nombre que es sobre todo nombre te pido, Señor.
Amén.
HÉCTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com
Río Gallegos, Argentina.
(Inspirado en “Ayudas Devocionales Matutinas”, de Carlos T.
Gattinoni)