Puedo intentar modificar este día. Esforzarme por hacer que la jornada de hoy sea exitosa.
Pensar que lograré conseguir las metas que me he propuesto. Entregarme en cuerpo y alma mientras repito una y otra vez que este día va a ser un gran día.
Quizás lo consiga, pero en ese arduo arrojo obviaré trazos que hacen que la vida no sea matemáticamente perfecta, sino que por el contrario está plagada de contratiempos.
¿Cómo afrontar las vicisitudes cuando éstas aparecen haciendo caso omiso a nuestros acertados planteamiento?
¿Qué se puede hacer ante un asalto de emociones que nos dejan prácticamente fuera de juego en un día dotado de hermosura?
Vivir es un riesgo, un riesgo que no todos estamos dispuestos a afrontar.
Para quienes la subsistencia consiste en tenerlo todo milimétricamente controlado, el ejercicio de vivir constituye una labor de dificultosa ejecución.
Pero, para quienes aceptamos la vida como parte de nuestro recorrido o más bien, como nuestro particular peregrinaje, observamos que todo cuanto nos acontece tiene su razón de ser, que Dios es quien dirige nuestros pasos y por lo tanto, Él sabe lo que nos conviene.
No quiero hacer el camino en un solo día, quiero disfrutar de cada tramo y vivir la vida con la intensidad que cada momento reclama. Saber que los instantes son irrepetibles y que sólo yo puedo vivir mi vida.
Tiempo de llorar, tiempo de reír…
Tiempo de liberarse del exceso de equipaje para conseguir que el recorrido sea más confortable. Tiempo de volver a retomar las ilusiones perdidas y volvernos un poco niños para hacer que todo resulte menos áspero.
La vida es corta, aun así, nos empeñamos en vivirla como si fuera una maratón en la que para ser premiados hemos de llegar siempre en primer lugar. Al ir tan a prisa no advertimos todos los matices que existen a nuestro alrededor, sólo perceptibles si en vez de correr decidimos pasear.
Hoy puede ser un gran día o simplemente un día diferente, lo realmente importante es dar a cada cosa el lugar que le corresponde, priorizar y no dejarnos llevar por la ajetreada marcha de la multitud. Respirar profundamente y oxigenarnos para ser capaces de ver escenas maravillosas en lugares comunes, en escenarios triviales, en eventos sencillos
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Pensar que lograré conseguir las metas que me he propuesto. Entregarme en cuerpo y alma mientras repito una y otra vez que este día va a ser un gran día.
Quizás lo consiga, pero en ese arduo arrojo obviaré trazos que hacen que la vida no sea matemáticamente perfecta, sino que por el contrario está plagada de contratiempos.
¿Cómo afrontar las vicisitudes cuando éstas aparecen haciendo caso omiso a nuestros acertados planteamiento?
¿Qué se puede hacer ante un asalto de emociones que nos dejan prácticamente fuera de juego en un día dotado de hermosura?
Vivir es un riesgo, un riesgo que no todos estamos dispuestos a afrontar.
Para quienes la subsistencia consiste en tenerlo todo milimétricamente controlado, el ejercicio de vivir constituye una labor de dificultosa ejecución.
Pero, para quienes aceptamos la vida como parte de nuestro recorrido o más bien, como nuestro particular peregrinaje, observamos que todo cuanto nos acontece tiene su razón de ser, que Dios es quien dirige nuestros pasos y por lo tanto, Él sabe lo que nos conviene.
No quiero hacer el camino en un solo día, quiero disfrutar de cada tramo y vivir la vida con la intensidad que cada momento reclama. Saber que los instantes son irrepetibles y que sólo yo puedo vivir mi vida.
Tiempo de llorar, tiempo de reír…
Tiempo de liberarse del exceso de equipaje para conseguir que el recorrido sea más confortable. Tiempo de volver a retomar las ilusiones perdidas y volvernos un poco niños para hacer que todo resulte menos áspero.
La vida es corta, aun así, nos empeñamos en vivirla como si fuera una maratón en la que para ser premiados hemos de llegar siempre en primer lugar. Al ir tan a prisa no advertimos todos los matices que existen a nuestro alrededor, sólo perceptibles si en vez de correr decidimos pasear.
Hoy puede ser un gran día o simplemente un día diferente, lo realmente importante es dar a cada cosa el lugar que le corresponde, priorizar y no dejarnos llevar por la ajetreada marcha de la multitud. Respirar profundamente y oxigenarnos para ser capaces de ver escenas maravillosas en lugares comunes, en escenarios triviales, en eventos sencillos
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YOLANDA TAMAYO