“ ¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para eso tus siete días de asombro y trabajo? ”
Estos versos forman parte de una canción inolvidable. El llorado cantante chileno, Víctor Jaratuvo que pasar estos versos a sus compañeros instantes antes de morir en un estadio en Santiago de Chile durante el golpe de estado del general Pinochet.
Víctor pasó los últimos días de su vida cantando junto a varios miles de personas más en aquel estadio. Algunos de los que pudieron salvar su vida cuentan que muchas veces había llanto en las noches y gritos de desesperación por la incomprensión y la injusticia del hombre contra sus propios hermanos.
Roberto Orellana es otro conocido cantante chileno. Siendo muy joven, Roberto se manifestó también contra la dictadura del General, y acabó en la cárcel. Allí un buen amigo le habló de alguien que llevó el castigo de todas las injusticias, uno que cargó sobre sí mismo el peso de todas nuestras equivocaciones, que llevó todos nuestros dolores. Roberto encontró en aquella cárcel lo mejor de toda su vida, y comenzó a cantar...
“ Yo, tengo un nuevo amor
El corazón me late sin parar
Hay Uno que me ha dicho,“Te amo de verdad”
Jesús mi amor, y más que amor Mi dulce paz ”
La cárcel es igual para todos, pero la libertad comienza no cuando desaparecen las ataduras externas, sino cuando nuestro corazón abre sus ojos. “Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría” (Salmo 30:5) escribió otro compositor musical hace más de tres mil años, cuando reconoció que en cualquier lugar en el que estemos, Dios puede encontrarnos, aunque sea en la más solitaria cárcel. Aunque sea en un lugar en el que nadie más nos pueda acompañar. Aunque nos hayan dejado en la noche más oscura de nuestra alma. Hasta allí llega Dios para traer gritos de alegría.
Es nuestro Creador el que nos enseña y nos mueve a luchar contra las injusticias. Él mismo que tiene la primera y la última palabra en todo. El mismo que juzgará a dictadores, asesinos, mentirosos y desalmados.