El jazz tiene la particularidad de ser una música que tiende a la improvisación, lo cual permite libertad a la hora de ser expuesta, a la vez que implica una gran destreza.
El músico que improvisa abandona el ámbito de lo establecido dando rienda suelta a la imaginación, dejándose llevar por alas prestadas y así establecer una mágica relación con los demás músicos que expresan libremente lo que sienten.
Esta capacidad que se atribuye al jazz es ejercida en otras áreas artísticas con una naturalidad envidiable.
Los mortales, en general, vivimos ceñidos a un guión que se rige por los tiempos que marcan las austeras manecillas del reloj. El tiempo parece correr en nuestra contra, nos castiga obligándonos a sumirnos a él y como cruel verdugo nos instiga a aceptar ese acelerado ritmo para así seguir sometidos al compás de nuestras rutinarias vidas.
Necesitamos improvisar. Hacer algo que no teníamos planeado, sorprendernos dejándonos envolver por lo nuevo, lo inusual.
A mi parecer no existen momentos estelares, o quizá no quiera aferrarme a momentos o fechas concretas otorgándoles un lugar privilegiado dentro de mí, pienso que cada instante en esta vida puede ser maravilloso, tan sólo he de estar bien despierta para poder apreciarlo. No todo lo mágico se atavía de fiesta, a menudo va vestido con la sencilla indumentaria de estar por casa.
Quiero aprender a diferenciar lo importante de lo superfluo, lo que realmente importa y aquello menos importante. Quiero priorizar y no desperdiciar mi tiempo en cosas sin sentido que sólo consiguen apartarme de lo verdaderamente significativo.
Si me dejo llevar por el ritmo que Dios me marca sé que todo va a ir bien, que todo se canalizará correctamente y podré así disfrutar cada día saboreando la vida tenga el sabor que tenga, sea del color que sea. Aprenderé de lo agridulce, de los claroscuros. Aprenderé de los oasis y de los desiertos.
El músico que improvisa abandona el ámbito de lo establecido dando rienda suelta a la imaginación, dejándose llevar por alas prestadas y así establecer una mágica relación con los demás músicos que expresan libremente lo que sienten.
Esta capacidad que se atribuye al jazz es ejercida en otras áreas artísticas con una naturalidad envidiable.
Los mortales, en general, vivimos ceñidos a un guión que se rige por los tiempos que marcan las austeras manecillas del reloj. El tiempo parece correr en nuestra contra, nos castiga obligándonos a sumirnos a él y como cruel verdugo nos instiga a aceptar ese acelerado ritmo para así seguir sometidos al compás de nuestras rutinarias vidas.
Necesitamos improvisar. Hacer algo que no teníamos planeado, sorprendernos dejándonos envolver por lo nuevo, lo inusual.
A mi parecer no existen momentos estelares, o quizá no quiera aferrarme a momentos o fechas concretas otorgándoles un lugar privilegiado dentro de mí, pienso que cada instante en esta vida puede ser maravilloso, tan sólo he de estar bien despierta para poder apreciarlo. No todo lo mágico se atavía de fiesta, a menudo va vestido con la sencilla indumentaria de estar por casa.
Quiero aprender a diferenciar lo importante de lo superfluo, lo que realmente importa y aquello menos importante. Quiero priorizar y no desperdiciar mi tiempo en cosas sin sentido que sólo consiguen apartarme de lo verdaderamente significativo.
Si me dejo llevar por el ritmo que Dios me marca sé que todo va a ir bien, que todo se canalizará correctamente y podré así disfrutar cada día saboreando la vida tenga el sabor que tenga, sea del color que sea. Aprenderé de lo agridulce, de los claroscuros. Aprenderé de los oasis y de los desiertos.