Publicamos hoy la noticia curiosa de los “ bailes de pureza ” en los que las jóvenes cristianas (o hijas de cristianos) se comprometen a mantener su virginidad hasta el matrimonio, y sus padres a protegerlas.
Lo segundo –los padres- es más sencillo de creer, lo primero (no hay más que ver a la exportadora del anillo de castidad, Miley Cirus) es una incógnita que ni las mismas jóvenes pueden saber a qué se están comprometiendo.
Porque una cuestión es decidir algo que va a favor de la corriente y bien vista, y otra muy contrario lo opuesto. Y hoy en día mantenerse virgen hasta el matrimonio, siendo un principio claramente establecido en los valores bíblicos más allá de la cultura de cada tiempo, es ir contracorriente. Y hay que estar muy convencido y arraigado en una relación profunda con Dios para salir con bien de la empresa.
Pero la gran pregunta no es qué harán estas jóvenes en el futuro; sino por qué no hay una ceremonia similar para los varones.
No lo decimos sólo porque si los varones asumen su compromiso, sería mucho más sencillo que las mujeres cumpliesen el suyo (y a la inversa). Lo decimos porque parece como si hubiese dos niveles de compromiso ético, y que el de las mujeres es mucho mayor y exigente.
No es una sospecha a la ligera. Hay una tendencia a considerar que los hijos son más compromiso de las madres que de los padres. Y en negativo que la mujer puede ser abusada en todos los sentidos pero el hombre no (a los hechos recientes en Pakistán e India nos remitimos, aunque casos de violencia contra la mujer los hay en cada barrio). Ya los fariseos lo demostraron llevando a la adúltera ante Jesús para ser apedreada, pero “olvidándose” al adúltero en el camino.
Con todo esto, lo que queremos decir es que no faltan hombres que obliguen a otros (y especialmente a otras) a cumplir sus compromisos. Tanto más cuanto más poder ostenten.
Lo que faltan son hombres que tengan principios auténticos, y que eso se muestre en su vida de una forma plena, feliz, realizada. No compungidos, ni con un doble rasero para mí/para otros, o para hombres/mujeres.
No es tan fácil, al contrario. Mirando la escena política, el mundo de los negocios, los lobys de poder, el amiguismo y clientelismo que campan por sus respetos desde tiempos ancestrales, la realidad es evidente: es muy difícil.
Sin duda Jesús es el mejor ejemplo, el paradigma, pero vivió y murió por ello; y pocas personas –léase en especial hombres- están dispuestos a morir, y mucho menos a vivir por un ideal. Eso sí, de grandes teóricos que sólo aplican la práctica a los demás, el mundo está lleno.
Lo segundo –los padres- es más sencillo de creer, lo primero (no hay más que ver a la exportadora del anillo de castidad, Miley Cirus) es una incógnita que ni las mismas jóvenes pueden saber a qué se están comprometiendo.
Porque una cuestión es decidir algo que va a favor de la corriente y bien vista, y otra muy contrario lo opuesto. Y hoy en día mantenerse virgen hasta el matrimonio, siendo un principio claramente establecido en los valores bíblicos más allá de la cultura de cada tiempo, es ir contracorriente. Y hay que estar muy convencido y arraigado en una relación profunda con Dios para salir con bien de la empresa.
Pero la gran pregunta no es qué harán estas jóvenes en el futuro; sino por qué no hay una ceremonia similar para los varones.
No lo decimos sólo porque si los varones asumen su compromiso, sería mucho más sencillo que las mujeres cumpliesen el suyo (y a la inversa). Lo decimos porque parece como si hubiese dos niveles de compromiso ético, y que el de las mujeres es mucho mayor y exigente.
No es una sospecha a la ligera. Hay una tendencia a considerar que los hijos son más compromiso de las madres que de los padres. Y en negativo que la mujer puede ser abusada en todos los sentidos pero el hombre no (a los hechos recientes en Pakistán e India nos remitimos, aunque casos de violencia contra la mujer los hay en cada barrio). Ya los fariseos lo demostraron llevando a la adúltera ante Jesús para ser apedreada, pero “olvidándose” al adúltero en el camino.
Con todo esto, lo que queremos decir es que no faltan hombres que obliguen a otros (y especialmente a otras) a cumplir sus compromisos. Tanto más cuanto más poder ostenten.
Lo que faltan son hombres que tengan principios auténticos, y que eso se muestre en su vida de una forma plena, feliz, realizada. No compungidos, ni con un doble rasero para mí/para otros, o para hombres/mujeres.
No es tan fácil, al contrario. Mirando la escena política, el mundo de los negocios, los lobys de poder, el amiguismo y clientelismo que campan por sus respetos desde tiempos ancestrales, la realidad es evidente: es muy difícil.
Sin duda Jesús es el mejor ejemplo, el paradigma, pero vivió y murió por ello; y pocas personas –léase en especial hombres- están dispuestos a morir, y mucho menos a vivir por un ideal. Eso sí, de grandes teóricos que sólo aplican la práctica a los demás, el mundo está lleno.
Editado por: Protestante Digital 201
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