Es increíble la cantidad de peticiones que se hacen en algunas iglesias. Parece que los congregados son ricos y pueden paliar todas las necesidades del mundo.
Desde hace años la crisis afecta a todos. Los cristianos responsables se comprometen con diferentes causas por voluntad propia, no por obligación.
Las penurias surgen a borbotones. De manera amistosa obligan a participar en proyectos que no forman parte de la voluntad de quien los escucha y, además, no está de acuerdo. Los interesados repiten sus deseos en cada reunión. Este martilleo, por puro cansancio, llega a afectar la conciencia de los que escuchan y hace que se sientan culpables llegando a dudar de su propio discernimiento.
Para llegar a convencer se usa el método infalible de algunos versículos y si no se obedece es que no se es tan buen cristiano como corresponde.
Lo peor llega cuando en algunas ocasiones piden que levantes la mano para ver cuántos se comprometen. Si la levantas puede ser que estés mintiendo, obligado posiblemente, pero mintiendo. Si la dejas escondida en el bolsillo, estás declarando en público que la proposición no te interesa y que no cumples con "la Palabra".
Hay que tener mucha fuerza de voluntad. Mucho autodominio. Mucho tener las cosas claras y no dejarse manipular por proyectos cuyo fin no se ven claros. Cada vez que se oye el encabezamiento de uno de ellos, las palabras simulan el sonido de un beso en la oreja. Un beso es un beso, dirán algunos, sí, ¡pero cómo molesta!