Génesis 47:14 “José recogió todo el dinero que los de Egipto y de Canaán le habían pagado por el trigo comprado y lo guardó en el palacio del rey”
No hay dudas de que José llega a ser un hombre rico después de su meteórico ascenso en la corte egipcia. Su hábil administración le permitió acumular un capital suficiente que lo convirtió en un hombre materialmente poderoso. Tantas riquezas, ¿le habrán quitado la paz? Casi imposible, porque José siempre se consideró un mayordomo y no un avaro acaparador.
Los bienes materiales no necesariamente han de quitarnos el fruto de la paz, depende de la actitud que tengamos hacia ellos.
Que los bienes materiales son necesarios, queda simbolizado en la entrega del maná a su pueblo, aun antes de haberle entregado su ley. No sólo de pan vivirá el hombre, pero si no hay pan no se puede escuchar la palabra.
Pero, ¿cuál es el límite para que los bienes materiales no nos quiten la paz? En la ley de Moisés el pobre podía encontrar aceitunas en el olivo, porque su dueño lo había sacudido una sola vez, recoger las gavillas olvidadas o las uvas caídas porque el propietario ha recogido con moderación, “olvidando” una parte para los menos afortunados.
Por eso las leyes de gracia dadas por Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento son un límite a la voracidad humana, por eso Dios también instituye el diezmo para que tanto el que tiene mucho como el que tiene poco participen de un acto celebrativo, libre y espontáneo en el que le están diciendo a Mamón “¡Tú no reinas sobre nosotros!”
Caminemos este día en el fruto de la paz, dejando que el Espíritu nos dé la capacidad tanto de saber dar, como de saber recibir.
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