El testimonio
“Muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio
del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos”.
Daniel 1.4
Dice la palabra: “muchachos en quienes no hubiese tacha alguna”, esto es personas que sean intachables e irreprochables en su forma de vivir.
Cuando cuidás tu testimonio, automáticamente cuidás tu vida.
Cuando das un buen testimonio, automáticamente promovés tu vida.
Cuando testificás, automáticamente publicitás positivamente tu vida.
Gran parte de lo que logres en tu vida estará determinado por las oportunidades que se te presenten, y estas oportunidades estarán determinadas en gran manera por el testimonio que des a los demás.
No hay mejor carta de presentación que nuestro testimonio en cada área de la vida, el cual se hace manifiesto a todos los que nos rodean. No solo en la iglesia, sino especialmente fuera de ella.
No te olvides que siempre hay alguien que te está observando, y conforme lo que vean en vos, serán edificados y además motivados a tenerte en cuenta frente a una oportunidad.
Un buen testimonio no es signo de debilidad sino de fortaleza.
Un buen testimonio no te margina sino que te califica.
Un buen testimonio no te discrimina sino que te hace ser requerido.
Aunque muchos cuestionen y se burlen del comportamiento que debe llevar un cristiano, a la hora de buscar una persona para un puesto clave, se fijan en aquellos que tienen dichas cualidades como creyentes, y los quieren con ellos.
Por lo general, el buen testimonio antecede a las buenas oportunidades.
No dejes de testificar como un acto de adoración a Dios, como el mejor método de evangelización, y como algo estratégico para crecer en la vida.
Yo bendigo tu vida para que con la bendición de Dios puedas guardarte en santidad, apartarte de todo mal y ser de testimonio a los demás.
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