Feriado aquí en Argentina. Mañana tranquila de lunes en las sierras tandilenses. Día para descansar y disfrutar. Pero no quiero dejar de transmitirte una nota de aliento al comenzar la semana. Así que te comparto una reflexión que salió publicada ya en mi libro "Buen Ánimo más allá de todo 2". Leerla siempre renueva mi fe y mis fuerzas. Aquí va:
Una tarde un hombre me trató muy duramente en su relojería sin ningún justificativo. Me fui. Me quedó un sabor amargo en ese momento. Pasados unos días, caminando por ese mismo lugar, oré frente a ese negocio, y le pedí a Dios que bendijera a este hombre (no siempre tengo este tipo de reacciones, lo aclaro). Transcurrieron dos años de este episodio y un día recibo una llamada telefónica. Era alguien de mi iglesia que me solicitaba fuera a visitar a una persona. Me contó de un hombre que estaba muy triste porque su mujer estaba agonizando en un hospital. Le pedí a mi amigo Fernando Mardoian que me acompañara. Grande fue mi sorpresa al llegar a la dirección que teníamos y comprobar que estábamos frente a la misma relojería donde un día me habían tratado muy mal. El hombre, creo que no me reconoció. Por supuesto que en ese momento no le iba a recordar nuestro encuentro anterior. Pudimos estar con él. Fuimos a visitar a su mujer. Su esposa, pudo morir en paz, porque en ese último tiempo se reconcilió con Dios. Conversamos bastante con este señor quien nos agradeció mucho por haber estado al lado suyo y de su mujer en esa instancia tan dura.
Otro día fui a hacer un trámite personal. Creo que pocas veces una empleada me atendió de peor modo. Tuvo un trato cortante. La información la daba a cuentagotas. No sólo lo hizo conmigo, sino con cualquiera que le tocara ser atendido en su sector. Otra sorpresa como la anterior: meses después la encontré en mi sala de espera dispuesta a que la asesore con respecto a algunos problemas que tenía. Creo que no me reconoció, porque seguramente el día que me atendió fui uno más dentro de su lista de “individuos molestos”. Cuando escuché su relato, entendí parte de su estilo hosco (aunque, por supuesto, no lo justifico). Dejé de lado la situación previa y le di la orientación que consideré más adecuada. Tiempo después la volví a encontrar y me contó cómo había mejorado su con dición.
La vida nos coloca en situaciones tan cambiantes! En un momento podemos ser una molestia para el otro y puede llegar a maltratarnos. Acto seguido, podemos ser requeridos y nuestra ayuda es considerada como fundamental.
Más de uno puede suponer que ésta es la gran oportunidad para ejercer la venganza. ¿Por qué no hacerle sentir al otro en carne propia el daño que nos causó? Ahora el poder está de nuestro lado. Tenemos en nuestras manos la posibilidad de generar alivio o de incrementar el sufrimiento de aquél que nos maltrató.
Nuestra tendencia natural es la de devolver mal por mal. Pero he encontrado en la Biblia que Dios nos invita a ir en otra dirección. Por el contrario, su consejo es: “No devuelvas mal por mal”, o “Bendice a los que te maldicen”. No siempre es fácil transitar el camino de la misericordia. Nos roba el placer de la venganza. Pero bienvenida sea esta pérdida si generará paz en nuestro corazón, un bien en el otro y, por sobre todas las cosas, obediencia a Dios (que tan misericordioso ha sido con cada uno de nosotros).
Amigo, es cierto que la vida es una rueda que gira, y que hoy podemos estar arriba y mañana podemos estar abajo. Seamos exactamente iguales en nuestra esencia, más allá de la posición circunstancial que ocupemos. Que nuestras convicciones estén por encima de nuestras posiciones.
GUSTAVO BEDROSSIAN
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