“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra” (Romanos 13:7)
En el proceso de restaurar relaciones interpersonales una pregunta que necesitamos hacer es: ¿hay algo que debo restituir a la persona ofendida? Cuando Zaqueo dejó que Jesús entrara en su vida, tomó una valiente decisión: devolver cuadriplicado lo que había ganado injustamente.
Permitamos al Espíritu Santo examinar nuestras relaciones y consideremos si acaso, además de pedir perdón, necesitamos devolver bienes robados, o arreglar, o cambiar cosas dañadas, o reivindicar públicamente el honor de la persona damnificada.
Posiblemente Onésimo, al escapar de su casa, tomó cosas que no eran suyas. Ahora que conocía a Jesucristo no necesitaba racionalizar su falta, aun cuando tendría cien razones para justificarse. Pablo lo encamina a hacer un reconocimiento de su deuda y una promesa de restitución.