Parte 42

Escúchame bien José Luis, y medita profundamente en lo que de aquí en adelante te voy a mostrar para que tu vida y la de todos los de tu casa cambien para recibir el amor y la esperanza que los irá conduciendo poco a poco a la convicción y a la certeza de que todo eso que les ha robado la paz desaparecerá de sus vidas al conocer y aplicar estas enseñanzas.

Recuerda que tú estas formado de cuerpo, alma y espíritu, y que lo que conoces de todo ello no va más allá de lo tradicional, es decir: sabes que tu cuerpo se conforma de cabeza, tronco y extremidades en sus diferentes órganos, músculos y huesos que le dan la capacidad de hacer cualquier cosa en una forma instintiva como almacenar información, caminar, saltar, correr, respirar, comer, ver, oír, sentir, etc. etc. así como también tienes la capacidad de razonar, de meditar, de analizar, de decidir, de tener emociones y sentimientos que te han estado conduciendo hasta donde actualmente te encuentras.

Esa forma en que te has conducido en tu vida, te ha hecho creer en un Dios que no te escucha, en un Dios que se dice que perdona y que sin embargo te castiga inmisericorde, en un Dios vengativo y soberbio, en un Dios distante y alejado de ti al cual pareciera no importarle en lo más mínimo lo que te pasa a pesar de que te han dicho que Él te ama sin condiciones y que desea que seas feliz, sano y próspero, y no entiendes lo que te pasa, porque si fuera verdad lo que te han dicho de Dios, Él no habría permitido que sucediera todo lo negativo por lo que estás pasando, por lo que has buscado por otros medios el sentir que algo o alguien te pueda ayudar, sin entender tampoco en lo que te han dicho acerca de que todo lo que te suceda, bueno o malo, es la voluntad de Dios y que debes de soportar todo eso con valentía porque todo tiene un orden y un propósito que tampoco entiendes. Así que hasta la fecha, no has encontrado una explicación que te convenza de ello y te sumerges cada día más y más en tus problemas que te han hecho hasta renegar de Él y hasta llegar en pensar en quitarte la vida como la mejor solución a tus problemas.

Escúchame bien José Luis y atiende, ya que tú conoces bien que tu cuerpo es el que te da la seguridad de formar parte de la sociedad humana, que en tu cuerpo se encuentra el cerebro que te da la capacidad de almacenar información para tu desarrollo como persona en este mundo material en que te desenvuelves. Y posiblemente también sepas que el espíritu es la energía que anima a tu cuerpo, que es la vida que Dios te otorga, presumiblemente para que cumplas con un orden y un propósito que aún no entiendes. Pero: ¿qué es el alma?

A ti te lo digo José Luis, el alma es la conexión espiritual entre el mundo material en el que tu cuerpo se mueve, se desenvuelve y desarrolla, y el mundo espiritual de donde mana la poderosa esencia, energía y conocimiento de Dios, y qué, a través de ello, El te ha proporcionado el espíritu que te da la vida, que te anima y que fortifica tu cuerpo.

En este mundo del alma, se mueve, se desenvuelve y se desarrolla tu mente, esa parte individual en cada ser humano que forma parte de la mente de Dios, pero que por los designios misteriosos de Él, tu mente está subyugada por el mundo material y tradicional en el que te mueves, desenvuelves y desarrollas desde el momento de tu concepción, y si no tomas consciencia de ello, seguirás siendo esclavo de las tradiciones hasta la muerte.

Por eso es muy importante conocer, que, para recibir el amor de Dios, debes de quererlo tú, ya que ese amor se encuentra en todo lugar y en todo momento, pero si te resistes a ello por ignorancia, necedad o incredulidad, El no hará nada porque tu no lo quieres recibir, ya que Él respeta tu libre albedrío, esa particularidad humana que te mueve para querer hacer o no querer hacer cualquier cosa.

Si es por cualquiera de esos motivos y de verdad quieres sentir ese amor en ti, esfuérzate y sé valiente para conocer de él haciendo a un lado toda enseñanza tradicional que hayas recibido en lo material, cultural, físico y religioso, para que en ti se haga la verdadera voluntad de Dios, y no la voluntad de hombre.