Mantener la pureza doctrinal es bueno, pero no lo es todo para la iglesia del Nuevo Testamento. Los apóstoles querían hacer mucho más que simplemente “quedarse al mando del barco”, como dice un viejo himno, sino que pidieron a Dios que les dé poder para salir e impactar a toda una cultura. En demasiados lugares donde se golpea la Biblia y se discute la doctrina hasta las tres de la mañana, está faltando el Espíritu de esa doctrina. William Law, un escritor de devocionales Inglés del siglo 18, escribió: “Puedes leer el capítulo de la Escritura que quieras, y siempre deleitarte en ello, sin embargo, te dejará tan pobre, vacío e igual a lo que eras, hasta que te hayas vuelto completamente al Espíritu de Dios, para que te traiga a la plena unión y dependencia de Él.”
Una manera de reconocer si sufrimos de esta desconexión es mirar a nuestra preocupación por las personas sucias…que son “diferentes”…que no encajan en la imagen de grupo principal. La idea de que una iglesia pueda ser llamada a servir a una sola clase determinada no se encuentra en el Nuevo Testamento. Los estragos del pecado no son agradables, pero son aquello que Jesús vino a perdonar y a sanar. “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). El Espíritu de Dios es un Espíritu de misericordia, de compasión y de alcanzar a otros.
Sin embargo, los cristianos a menudo vacilan en extenderse a los que son diferentes. Quieren que Dios limpie los peces antes de que los pesquen. Si el anillo de oro de alguien está unido a una parte corporal extraña, si la persona no tiene el mejor aroma, o si el color de su piel no es el mismo, los cristianos tienden a vacilar. Pero reflexiona por un momento sobre Dios extendiéndose hacia nosotros. Si alguna vez hubo una “extensión”, fue esta: la Santa y pura Deidad extendiéndose hasta alcanzar a los que estábamos sucios, los que teníamos el corazón malvado y éramos impuros. Dios pudo haber dicho: “Eres tan diferente de mí, tan desagradable, en realidad preferiría no acercarme demasiado a ti”. Pero no dijo eso, justamente fue nuestra diferencia lo que atrajo su mano de amor.
Jesús no solo habló palabras de sanidad a los leprosos a la distancia. . . Él los tocó.“Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.” (Lucas 5:13).
Jim Cymbala |