REFLEXIÓN VIERNES 27 DE FEBRERO DE 2015.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe”. Apocalipsis 2:17
A muchas personas les gustaría cambiarse el nombre porque, de pronto, consideran que no está acorde con su personalidad, ó porque quieren uno menos popular, ó porque quieren ostentar el nombre de una persona famosa, etc.
Pero a algunos, como yo, nuestras mamás nos colocaron nombres que ni aún figuran en Google, fueron unas verdaderas campeonas. ¿De dónde sacaron esos nombres? Vaya uno a saber, fue su propio ingenio. De todas formas mi nombre me gusta, porque fue mi madre la que lo escogió, fue su hermoso sello. ¿Te gusta portar el nombre que tienes?.
Sin embargo, el nombre que llevamos aquí en la tierra, por más que nos guste, no tiene comparación con el nombre nuevo y glorioso que un día Dios nos dará: “Y le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre nuevo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe”. Apocalipsis 2:17b.
Este nuevo nombre será conocido solo por tu Padre Celestial y por ti. Cuando alguien te ama en esta tierra, la forma en que pronuncia tu nombre es diferente a todos los demás. ¿Alcanzas a imaginarte lo hermoso que sonará nuestro nuevo nombre en los labios del Dios Altísimo? De seguro, con él, nos comunicará ternura, amor y aceptación.
Puede ser hermoso nuestro nombre, pero hay un nombre que es sobre todo nombre: “JESUCRISTO”Nuestro Señor y nuestro SALVADOR, el cual, como dice la Escritura: “Hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” Filipenses 2:8-11.
ORACIÓN
“Soberano Dios y Padre Celestial:” Gracias porque, en tu infinito amor, nos diste a tu Amado Hijo, al Unigénito, el cual siendo en forma de Dios, se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Tu trono, oh Amado Jesús, es eterno y para siempre; cetro de equidad es el cetro de tu reino, coronado de gloria, honor y majestad. Recibe Padre Celestial toda la Gloria, en el nombre que es sobre todo nombre, en el nombre de JESUCRISTO mi SEÑOR y mi SALVADOR.
FELIZ FIN DE SEMANA-
ARBEY SERNA ORTIZ