NUNCA TE RINDAS
"Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él" (Marcos 9:25). Después de que Jesús oró, el muchacho cayó en tierra como muerto. Pero la Escritura dice: "Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó" (versículo 27).
¿Puedes imaginar el gozo en esta escena? Este chico limpio y libre debió haber corrido a su padre para abrazarlo. Y el corazón del padre saltó de felicidad. Dios lo había arreglado todo.
Así que, ¿por qué movió el Espíritu Santo a Marcos para que incluyera este relato en su evangelio? Yo creo que fue para que todo padre a partir de dicho momento supiera que puede confiar que Dios hará lo imposible por sus hijos. El Señor estaba diciendo: "Yo puedo restaurar todo y a todos. Si tan sólo creyeran, todas las cosas les serían posibles a través de Mí".
Por todo el mundo, hoy, multitudes de padres cristianos agonizan porque sus hijos están bajo el poder del diablo. En nuestra propia congregación, veo el dolor de las madres que suben a los buses para visitar a sus hijos que están en prisión. Ellas conocen el dolor de estar sentadas a un lado de la gruesa ventana de vidrio, contemplando a un muchacho que una vez tuvo el espíritu tierno. De alguna forma, quedó atrapado en las drogas y luego intentó hacer un robo para suplir su vicio. Y ahora está en la cárcel, endureciéndose aún más. Ella ha venido orando por él durante años, pero ahora está perdiendo su esperanza. Ella no cree que algún día lo verá cambiar
Quizás pienses que ya no hay esperanza para tu esposo inconverso, que él nunca vendrá a Jesús. O, quizás, ya perdiste la esperanza por tu esposa, que se va en las noches a divertirse. Pero no hay nadie que se haya alejado tanto que Dios ya no pueda alcanzar. Conozco muchas esposas cristianas que hoy testifican: "Yo oré por mi esposo por años, de pronto un día, después de haber perdido toda esperanza, Dios intervino. ¡Él salvó y liberó a mi ser querido!"
No debemos perder la esperanza por nadie, porque nuestro Dios puede hacerlo todo.
DAVID WILKERSON |