En las bodas de Caná de Galilea, María, la madre de Cristo, se dio cuenta que el vino se había acabado y dio instrucciones a los siervos de Su Hijo y les dijo: “Haced todo lo que os dijere” (Juan 2:5) Para muchos de nosotros, la llenura del Espíritu de Dios puede tener lugar en nuestro cuarto de oración o dentro de nuestro círculo de comunión. Pero muchos cristianos serán llenos sólo a medida que se esfuerzan por comenzar a obedecer los mandamientos claros de Dios. Estoy convencido de que lo que limita a muchos creyentes es una actitud despreocupada hacia la Palabra de Dios y Su voz en sus corazones. Al descuidar Su dirección para sus vidas, especialmente en relación con Sus propósitos santos, son fácilmente privados de la libertad y la confianza.
Estuve hablando con un joven cristiano unos meses atrás, cuando me dijo que había decidido irse a vivir con una pareja que no estaba casada y que estaban viviendo juntos. Yo lo desafié, diciendo: “Eso no suena como un ambiente muy saludable para ti.” Él respondió, de hecho: “Siento que es una situación segura. No creo que Dios se vaya a enojar conmigo por hacerlo”. Cuando dijo esto, no lo dijo en fe, como si lo creyera, sino como si fuera un adolescente saliendo a escondidas de la casa.
Con el tiempo, la pareja que no estaba casada se separó y pronto el joven cristiano se involucró románticamente con la mujer y al final se enredó sexualmente con ella. Cuento esta historia no con el afán de juzgar, sino como una simple ilustración: La mejor manera de ser lleno con el Espíritu de Dios es simplemente hacer caso a Su voz y obedecer Sus mandamientos. Al hacerlo, nos proporciona paz, seguridad y gozo; y nos permite hablar por Dios con autoridad. Como María le dijo a los sirvientes en la boda: “Todo lo que Él te dice que hagas, ¡Hazlo!”
Podemos correr al altar buscando el vino del Espíritu de Dios, pero para muchos la respuesta radica en la simple obediencia.
GARY WILKERSON |