LA CASA DEL
PERDÓN
Oye cómo los odios vociferan contra ti su idioma
de muerte y
destrucción.
Oye sus bravíos
saltos para hacerse con el cetro de la jauría.
Oye sus pasos
salvajes trayendo desolación al inocente
que apenas se
mantiene en pie.
Oye sus
murmuraciones que les lleva a hirvientes desvaríos.
Oye el triste
resonar de sus respuestas adulteradas.
Oye la
enumeración de tan malolientes costumbres.
Oye las
blasfemias que duelen como mordeduras.
Oye sus amargas
maledicencias entretejiéndose pálidamente.
Oye la falta de
remordimientos que expresan.
Oye sus palabras
impregnadas de fósforo y estiércol.
Oye cómo
pregonan su inmisericordioso menester...
Óyeles con tu
corazón asediado por ese prontuario
de
conspiraciones y patrañas.
Óyeles sin
retroceder, pues tu poder es el amor
que les resulta
inalcanzable.
Después de
oírles,
enseñarás que la casa del perdón está hecha de amor
y que el amor no
es un reino ajeno ni una fría lápida sin epitafio.
Darás la paz y
el perdón a tus angustiadores
y que ellos
escarben en su memoria
el inventario de
infamias
o revisen el
aceite caliente que irriga sus corazones.
Porque Su amor
está contigo
nada entenebrece
la convivencia de tu casa.
He aquí el testimonio que abre la puerta a vidas deshabitadas,
a hijos pródigos volviendo a la llamada del amor.
Alfredo Pérez Alencart