Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. (Gal.5:24).
Hay un hecho espiritual increíble que ocurrió cuando creímos… ese día aceptamos que nuestra manera pecaminosa de conjugar la vida muriera en la cruz de Cristo. De alguna manera creer es morir definitivamente a una manera de manejarnos, de sentir y de entender la vida. Renunciamos a un protocolo de vida que Pablo enumera de manera no exhaustiva, solamente ejemplificativa:
Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. (Gal.5:19-21).
La Cruz exige que dejemos lo que era nuestro deleite… lo que constituía nuestra manera de vivir y que confiemos que es correcto este dejar. Obviamente la lista anterior no debería constituir un problema pero si le agregamos la falta de perdón, el comentario mordaz, los malos pensamientos, seguramente nos parecerá arbitrario. ¿Qué tiene de parecido el libertinaje sexual y una palabra soez? ¿En que se asemeja la brujería y la manipulación? ¿qué tiene en común la idolatría y el amor al lujo? La matriz, donde fueron concebido… el vientre es el mismo… es fruto de la naturaleza pecaminosa. Nada de ello puede pasar…
Al igual que nosotros en el aeropuerto vivimos la vida queriendo demostrar que no es un chisme “hablar, comentar” de otros. Nos esmeramos en demostrar que no es incorrecto ser “un bebedor social”. Pero todo está concebido por la misma matriz y por tanto la alarma celestial vive sonando y alertando que estamos queriendo traer a este lado de la cruz cosas que no pueden ser parte de nuestro equipaje.
De hecho hay cristianos que nunca alcanzan a despegar, pasan una y otra vez queriendo renunciar a las menos cosas posibles. Si queremos avanzar debemos renunciar voluntariamente y crucificar en la cruz de una vez y para siempre viejas mañas que no condicen con nuestra realidad de fe.
- Hay que dejar de desconfiar de Dios… sus planes son de bien.
- Hay que congregarse, ofrendar, predicar, orar, servir… basta de tener un plan propio del “ser creyente”.
- Hay que romper con conductas heredadas, o adquiridas… no se puede domesticar al pecado… a lo sumo lo podremos manipular… pero ahí subyacente siempre será indómito.
- Hay que creer que aunque no lo entendamos su protocolo no es arbitrario sino para nuestro bien… me conviene perdonar, me conviene descansar, me conviene renunciar.
Hoy es un día para pasar por el control de la cruz y crucificar todas aquellas cosas que sabemos que Dios no admite y renunciar a ellas… no solo hay que tirar el almíbar, también tiremos los higos… no discutas con Dios… en la obediencia siempre hay bendición.
Por Daniel Cattaneo