Las luchas encarnecidas, los esfuerzos sobrehumanos para llegar a tener el poder, sea en las empresas, en la política, en la familia, en todos lados sigue siendo –pareciera- el fin de todos los proyectos. Tener “la sartén por el mango” creemos que garantiza que ahora uno hará realmente lo que desea, que nadie nos dirá lo que debemos hacer, que es una necesidad controlar a los demás para que hagan las cosas bien, o por qué no, que puedas vengarte.
Pero este antiguo dicho que aparentemente nos habla de poder, de dominio, en realidad nos deja sin él. Tener todo o a todos saltando sobre aceite hirviendo no es una saludable figura para proyectarnos ni como cristianos, ni como empresarios, ni como nada. ¿Cómo puedes llevar adelante un objetivo exitoso sin tener un equipo? Los francotiradores nunca ganaron una guerra…. y siempre necesitamos de otros y es justamente allí cuando vienen los problemas porque el otro nunca piensa ni actúa como uno, porque justamente el otro es otro, no es un clon de uno.
Estar involucrados en tener “la sartén por el mango” siempre genera grandes presiones, esa exigencia nos hace estar bajo estrés, perder el control de las circunstancias y ya frustrados por no conseguir lo que queríamos, nos hace reaccionar mal. Algo que no se cumplió conforme lo que pensabas te hace hervir la sangre, lo que se interpone en el camino te quita la paz. Manejas para ir a tu trabajo? Cuánto estrés juntas? Y si no puedes llegar a tiempo conforme tus planes, no sales acaso de tus casillas? O no quieres tener “la sartén por el mango” cuando discutes con tu cónyuge o con tus hijos?
Ese bendito mango de sartén nos lleva al enojo y estando enojados todo se nos va de nuestro control. No es malo enojarse, por cierto todos nos enojamos, hasta el propio Jesús, Dios mismo. El Apóstol Pablo le escribía a los de Éfeso y los calmaba: no pequen, no se maten, cuiden sus relaciones porque cuando nos airamos, nos enojamos, perdemos el control de las relaciones. Es así como vemos tantas peleas, discusiones, celos, envidias, frustraciones, y las llevamos a casa y nuestros seres queridos se ven afectados. Todo se afecta… “No se vayan a dormir enojados” nos explicaba Pablo, porque entre ustedes se acostará el mismo diablo. O acaso nunca viviste esta verdad?
Te das cuenta que tener “la sartén por el mango” no es muy conveniente. Querer tener todo bajo control es hasta una utopía cuando estamos viviendo un tiempo en que todo cambia. Quieres enojarte? Enójate, pero no olvides que después que se te pase ese enojo, te darás cuenta que nada pudiste cambiar. Trata que te dure poco tiempo la rabieta y vuelve a relacionarte, vuelve a conversar, vuelve a cautivar, a convencer. Ejerce un fuerte liderazgo sobre tu persona en primer lugar y también sobre los demás, siendo un ejemplo de simpatía, cordialidad, compañerismo.
Si tus enojos te dominan, si pensabas que tener el mango de la sartén era bueno, si tu carácter te esclaviza, tus malas reacciones te gobiernan, si tu voz sube y palabras inadecuadas salen por tu boca, tengo algo para decirte: bájate de la sartén! Eres tú el que está arriba y ese lugar no es para los hijos de Dios.
Elias Bajer (elias @ businessandswing,com)