Encuentro en la Biblia una historia que arroja varias enseñanzas (2° Reyes 4:1-7). Si pudiste leerla, te habrás encontrado con una mujer viuda quien parecía estar desprovista de recursos. En realidad no poseía casi nada.
El otro protagonista es un profeta llamado Eliseo. ¿Qué hizo Eliseo ante la “escasez” de la viuda? Aprovechó algo con lo que la mujer contaba: una vasija de aceite. Hizo rendir de un modo sobrenatural lo poco que tenía. Comenzando con una simple vasija, se produjo el milagro del aceite multiplicado.
He aquí un principio que Dios muchas veces utiliza: Él te ayuda valiéndose de aquellos recursos que previamente había puesto a tu alcance.
Nosotros a veces fallamos en nuestro modo de hacer misericordia, socorriendo siempre al otro, pero sin ayudarle a que utilice lo mucho o poco que tiene en sus manos. E incluso un modo de hacer misericordia consiste en ayudar a los demás a que tengan “más vasijas”, ayudarlos a correr sus límites. El ejercicio de la misericordia se completa cuando colaboramos con el prójimo en el descubrimiento y desarrollo de los recursos que Dios le ha dado.
Hay momentos donde el otro está tan desesperado que sólo podremos socorrerlo, pero, una vez transcurrida la urgencia, nuestra mejor ayuda consistirá en que no se cree unvínculo de dependencia sino un vínculo de crecimiento.
Te lo explico con un ejemplo. Hace un tiempo, visitando una iglesia donde expuse alguna de estas cuestiones, se me acercó una mujer a la que poco conozco en forma personal. Sé que es una mujer de servicio y con un gran amor por el prójimo por lo que palpé en la conversación y por el testimonio de sus hijos. Me planteó su gran frustración en relación al trabajo que viene desarrollando con una chica. La está ayudando en forma intensa desde hace años y siempre están en el mismo punto. Rápidamente detecté que esta muchacha no quiere crecer, sino sólo pedir, demandar y manipular ante el más mínimo límite. El pronóstico que le expresé es que esta joven, si no tiene un cambio de actitud, cada vez le asfixiará más, seguirá igual, la llenará de frustración y enojo y, lo peor de todo, la desenfocará con respecto a todo lo que ella puede hacer en relación a personas que realmente desean evolucionar en su vida espiritual.
Si el otro no quiere crecer, desarrolla la misericordia con otras personas que aprovecharán mucho mejor los recursos que Dios ha puesto en tu mano.
La misericordia de Dios dignifica.
La misericordia de Dios potencia.
La misericordia de Dios no busca la utilización del individuo.
La misericordia de Dios conduce al crecimiento.
Amigo, apuntemos al tipo de ayuda que detecta y aprovecha lo que el otro ya tiene. Nuestro objetivo debe ser que los demás puedan acercarse cada vez más a lo que Dios pensó y les preparó desde el vientre de su madre. Recordemos que la misericordia tiene que ver con lo que el otro necesita; no con aquello que nos hace sentir bien o de lo cual podremos obtener algún beneficio
GUSTAVO BEDROSSIAN