PARA QUE
VEAMOS SU GLORIA
Padre, quiero que los que me has
dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria
que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. (Juan
17:24)
Me impresiona ver cómo versículos de la Biblia que
he leído tantas veces, toman otra dimensión hasta ahora desconocida.
Probablemente porque Dios permita nuevas perspectivas en la medida en que
transita la vida espiritual. Es como las capas de una cebolla, que al ir
quitándose se llega a la siguiente, de sabor más intenso y menos contaminado.
Esto es lo que ha pasado ayer cuando en mi devocional volví a leer Juan 17.
Este capítulo que contiene la profunda oración sacerdotal que hace Jesús horas
antes de su muerte, ha sido y sigue siendo uno de mis favoritos. Pero no había
visto hasta ahora lo que ayer. Veamos solamente este versículo que he puesto
como cabecera de mi reflexión. Te invito a leerlo dos o tres veces más no con
el objetivo de memorizarlo sino de desgranarlo buscando rescatar capas más
profundas de su contenido.
La oración de Juan 17:24 dice que para ver Su
gloria, para conocer la magnitud de Su amor, primero tenemos que estar con Él.
La koinonía con Jesús y con los hermanos en la fe es necesaria antes que
todo, ya que sin ella no hay posibilidad de acceder a conocer Su gloria.
Usé intencionalmente la palabra griega koinonía
porque muchas veces razonar un texto a partir de su original griego le da un
sentido distinto de lo que de lo mismo se ha traducido en español. Koinonía es
un concepto teológico que alude a la comunión eclesial y a los vínculos que
ésta misma genera entre los miembros de la Iglesia y Dios, revelado en
Jesucristo y actuante en la historia por medio del Espíritu Santo.
En otras palabras, Jesús nos dice que busquemos la
fuerte unión de nuestro espíritu con el Espíritu Santo. De lo contrario
estaremos esforzándonos desde la carne (cuerpo y alma) y desde allí no
alcanzaremos al Padre y no podremos estar donde Él está.
Si buscamos a Dios desde la carne, no hay forma de
tener comunión con Él. La mente, el intelecto y el razonamiento no alcanzan. Si
no hay búsqueda de comunión de espíritus todo esfuerzo, toda obra de piedad,
toda predicación son inútiles.
¿Cómo se busca esta comunión de espíritus?:
solamente hay un camino, revelado en Hebreos 4:12. : La Palabra. Te
invito a leerlo:
“Porque la palabra de Dios es viva y
eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el
alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón”.
Busquemos revelación divina sobre esta lectura. “la
palabra de Dios es cortante como espada de dos filos”. Seguramente lo recuerdas
y te ha sido predicado muchas veces. Pero ¿qué dice después? que penetra hasta
partir (separar, desgarrar, descoyuntar hasta los tuétanos) el alma (la carne)
del espíritu. Y que nos permite discernir pensamientos e intenciones del
corazón (carne).
¿Cuáles son nuestras intenciones al obrar, e
incluso al buscar a Dios? ¿Qué nos motiva a vincularnos con el Padre?
Hoy el texto nos está invitando a pasar a la
siguiente etapa, a una capa más profunda. Es necesario para que dejemos de
tomar leche y comencemos a alimentarnos con alimento sólido.
“Que estén conmigo donde yo estoy” dice Jesús en
Juan 17. “Para que vean mi gloria”. Si queremos descubrir la maravillosa y
transformadora luz de la gloria divina, primero es necesario “estar con
Cristo”. Esto es comunión, koinonía con el Espíritu Santo y a través de Él con
nuestros hermanos. Es el camino que la Escritura nos propone hoy.
Es la Palabra la que parte el alma y el espíritu,
construyendo nuestra identidad espiritual y a partir de ella renaciendo nuestra
alma a una nueva dimensión. Sin esa identidad edificada no podremos conocer la
gloria de Dios.
Dejemos de buscar que Él venga a nosotros. Que
venga Su Reino es posible si elevamos nuestro espíritu, separando nuestra
relación con Dios de la cuestión anímica (del alma), esto es haciéndola
independiente de lo emocional, del pensamiento, de la voluntad, de las
circunstancias.
Busquemos koinonía de espíritus, para a través de
esa comunión estar con Cristo, y desde Él alcanzar la Gloria del Padre que ha
sido abierta a los creyentes nacidos de nuevo en el momento de la Cruz.
Permitamos que la Palabra de Dios penetre como
espada de dos filos. Dejemos que corte atravesando el alma para dar libertad al
espíritu de entrar en comunión con el Espíritu divino. Es el camino, para con
Cristo y desde Cristo encontrar la gloria que nos ha sido ofrecida desde que el
velo del templo se rasgó para que podamos acceder al lugar santísimo.
Que así sea, amén.
HÉCTOR SPACCAROTELLA
tiempodevocional@hotmail.com