"¿Castillos en la arena?"
La Iglesia, en ocasiones, puede perder el tiempo en discutir por cosas que no aprovechan y que desvían del objetivo principal.
Hay gente que hace énfasis en determinados requisitos, en cuanto a la vestimenta, el arreglo personal, si cabello corto, si largo, si pantalones, si pollera, si fechas comerciales o no.
Cuando la Iglesia se entretiene en cuestiones superficiales, el diablo se hace un festín, y la gente se sigue perdiendo, se confunde, se debilita o se ofende.
Pablo, en Romanos 14.21, expresó: “…nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.”
“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14.19).
Pablo, en Romanos 14.4, dijo: “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.”
El que juzga y dice: esto sí, esto no, a su criterio, se está colocando en un lugar que no le corresponde. Se está colocando en el lugar de Dios, está usurpando el lugar de Dios, y distrae la atención, porque señala a otro, en lugar de ocuparse en su propia obediencia y testimonio.
Lamentablemente, muchas veces, se hace foco en cosas secundarias, superfluas.
Si la iglesia deja de mirar a quién le da el sentido, y la razón de ser, se hunde, pierde el rumbo, es un cuerpo desarticulado, no cumple su misión.
Y termina enfocándose en debates, y discusiones, que no conducen a nada, o mejor dicho, conducen a la desintegración.
Esta es una forma de construir sobre la arena, sobre una base endeble.
Co-Pastora C. Graciela M. de D’Ambrosio
Licenciada y Master en Teología (S.I.T.B.)
Licenciada en Psicología (U.Sal.)
Profesora de Enseñanza Media y Superior (U.T.N.)