La iglesia en Sardis comenzó en gran poder apostólico, con la bendición y el favor de Dios. En Apocalipsis 3, Cristo le dice al pastor en Sardis: “Sé que comenzaste con una reputación influyente, pero has permitido que la vida que te di decaiga. Dile esto a tu congregación: “Están muertos. ¿Tendrán la capacidad de escuchar esta palabra, aceptarla y ser despertados por ella?”.
¡Amados, si Jesús llama a una congregación muerta, está muerta! Sin embargo, Cristo nos dice que también había en esa iglesia un remanente santo y despierto, y dice que todavía tiene esperanza en ellos: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras” (Apocalipsis 3:4).
Cuando Jesús habla de “vestimentas manchadas” aquí, está describiendo muerte espiritual. ¿Qué causó esta impureza de aquellos creyentes en Sardis? Pasó porque algo atrapó sus corazones, un “interés especial.” Durante un tiempo, el centro de la atención de todos eran los intereses de Dios: obras caritativas, una mentalidad enfocada en las misiones y la fiel congregación de Su cuerpo. En términos sencillos, el trabajo de Cristo era su mayor preocupación. Pero ahora, todos estaban corriendo detrás de sus propios intereses.
Sardis era un pueblo próspero, conocido por la fundición de oro y la fabricación de vestimentas finas. Evidentemente, los cristianos en Sardis se enamoraron de la cultura de prosperidad que los rodeaba y perdieron el foco. Rápidamente comenzaron a apartarse de los intereses del Señor para volverse a una mentalidad materialista.
Por todas las apariencias externas, nadie podría haber culpado a estos cristianos por su búsqueda. Estaban ganándose la vida, construyendo sus negocios y cuidando de sus familias. Sin embargo, todas estas cosas los consumieron a tal punto que comenzaron a abandonar los trabajos de Dios. Así que Jesús les dio una advertencia al remanente fiel allí: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas [terminadas] delante de Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete” (Apocalipsis 3:2-3).
¿Qué quiere decir Jesús aquí cuando habla de cosas que “están por morir?” Está diciendo, “Cuidado. El entusiasmo que una vez tenían por mi casa—su pasión por mi Palabra, su gozo por la adoración pública, su amor el uno por el otro—ha estado muriéndose. El letargo está cayendo sobre sus ojos, y están volviéndose tibios. ¡Despiértense! Si no lo hacen, pueden terminar espiritualmente muertos.”
DAVID WILKERSON