UN EVANGELIO DILUIDO Y A MEDIAS
Un evangelio diluido y a medias es una abominación al Señor. Como ves, puedo escribirte, diciendo: “Jesús te ama y desea bendecirte. Él quiere que disfrutes tu vida. Él desea concederte milagro tras milagro”.
Pero, esto es solo la mitad de la verdad del evangelio. El evangelio completo también incluye advertencias contra el engaño del pecado. Incluye arrepentimiento y tristeza según Dios, preparación para la persecución y un anhelo por la venida de Cristo. La Escritura nos dice en términos muy claros: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). El evangelio de Cristo siempre confronta al hombre y luego le trae consuelo. Nunca se acomodará a los gustos del hombre pecador.
Sí, Jesús ministró milagros. Concedió pan y carne a las multitudes. Pero, el día vino, en el que ya no realizó ni predicó milagros. En lugar de ello, dijo a Sus discípulos: “A menos que coman Mi carne y beban Mi sangre, no tendrán parte conmigo”.
No soy profeta, pero el Espíritu Santo me ha dirigido para entregar algunos mensajes proféticos que muchos han considerado demasiado duros. Algunas personas me han llamado el predicador del juicio final. Yo prontamente admito que he predicado algunos mensajes que me han causado salir de las puertas de la iglesia, irme a casa y llorar. Sin embargo, todo esto se debió a un versículo: “El que justifica al impío, y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación a Jehová” (Proverbios 17:15).
Ocasionalmente, después de un servicio, me pongo los audífonos para escuchar el mensaje que recién acabo de predicar. Y algunas veces, tiemblo al escuchar, preguntándole al Señor: “¡Oh, Dios!, ¿crucé la línea? ¿Condené aquí a tus santos justos? ¿Inconscientemente herí a tus siervos?” En otras ocasiones, pregunto: “Jesús, ¿en este sermón prediqué solamente la mitad de Tu evangelio? ¿Prediqué un sermón que hizo que la gente se sintiera bien acerca de sus pecados? ¿Di a la gente un falso consuelo diluyendo Tu llamado para que se vuelvan de su iniquidad?”.
El único obstáculo para Su evangelio es la incredulidad en nuestros corazones.
DAVID WILKERSON