EXPERIMENTANDO EL PODER DE DIOS
No importa cuántas veces experimente el poder de Dios, nunca dejará de sorprenderme. Nunca dejará de asombrarme con la manera en que puede llevar a convicción aún al barrio más frío y difícil. La forma en que puede disipar el mal en cuestión de segundos y exponer lo más profundo del corazón de una persona, llevándola de rodillas ante la cruz.
No importa lo mucho que parezca que Satanás está ganando esta guerra, sé que es sólo cuestión de tiempo antes de que Dios intervenga y se haga cargo, antes de que Dios sople su aliento y haga que el diablo quede encogido de miedo en un rincón oscuro.
Mientras estaba de pie en esa plataforma en el Bronx, Nueva York, durante una cruzada, sintiendo el poder del Espíritu de Dios posándose sobre nosotros, moviéndose entre nosotros, soplando como un viento fresco del norte, me sentí completamente vivificado. ¡Como si pudiera enfrentarme a todas las fuerzas del mal y enviarlos de vuelta al infierno! Es algo que siento cada vez que la unción de Dios está cerca. Cada vez que su Espíritu se hace cargo. Cada vez que vamos a la batalla contra el mal con Jesús a nuestro lado.
Podía sentir a Dios moviéndose entre la multitud, ministriando sanidad, haciendo milagros en los corazones de aquellos que lo necesitaban. Su Espíritu haciendo eco entre los edificios, entrando y saliendo por las ventanas y puertas, entre los corredores, por los pasillos, en los apartamentos. Corazones de pecado fueron rotos. Mentes sucias fueron llenas con pensamientos de arrepentimiento y vergüenza. Cuerpos desfigurados por las drogas sintieron el poder sanador de la salvación.
Así es como trabaja Dios. Esta es la forma en que se mueve. Aquí es donde lo encontrarás en guerra contra Satanás. Y en medio de esta guerra es donde anhelo estar.
“Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad.” (Hechos 8:5-8).
NICKY CRUZ