Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Fraternalmente unidos
¡ Feliz Cumpleaños Scott24k !
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 Normas de convivencia en el grupo-- 
 Lee la Biblia aquí! 
 Biblia en Power Point 
 Conoce tu Biblia 
 La Biblia en ocho versiones 
 Recursos Teológicos 
 Estudios biblicos 
 Reflexiones- Hernán 
 Selección de pasajes Bíblicos- por Hernán 
 Biografías de hombres de la Reforma protestante- Por Hernán 
 Arqueología Bíblica (por Ethel) 
 Reflexiones 
 Jaime Batista -Reflexiones 
 Tiempo devocional-Hector Spaccarotella 
 Mensajes de ánimo--Por Migdalia 
 Devocionales 
 Escritos de Patry 
 Escritos de Araceli 
 Mujer y familia- 
 Poemas y poesias 
 Música cristiana para disfrutar 
 Creaciones de Sra Sara 
 Fondos Araceli 
 Firmas hechas-Busca la tuya 
 Pide Firmas 
 Regala Gifs 
 Libros cristianos (por Ethel) 
 Panel de PPT 
 Amigos unidos-Macbelu 
 Entregas de Caroly 
 Regala Fondos 
 Texturas p/ Fondos 
 Separadores y barritas 
 Retira tu firma 
 Tutos 
 Tareas HTML 
 COMUNIDADES AMIGAS 
 
 
  Herramientas
 
General: A nuestro corazón de piedra
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 29/06/2016 18:17

A nuestro corazón de piedra

 

Vivimos tiempos difíciles, en que la corrupción se ha convertido en una enfermedad endémica, que termina atravesando todos los estamentos sociales.

Claro que cuando uno habla de este modo, al generalizar, se pierde el foco de la individualidad. Y comenzaré hablando de mí mismo, para confesarles a los lectores que también tengo mis ídolos, también he sido infiel al Señor, haciendo que aquel llamado que tanto Él reitera a la fidelidad, me confronte con mis propias falsedades, con mis propias traiciones, con mi propia corrupción.

Al traicionar a mi Dios y Señor me estoy traicionando a mí mismo, a lo que enuncio que es mi fe, a lo que proclamo como mis principios, a lo que predico.

El mundo espiritual percibe mis falsedades y eso convierte mi actividad ministerial en una tarea hueca, que no ayuda en la tarea de evangelización.

Me pregunto cuántos de los que nos llamamos Iglesia de Cristo, pasamos de una u otra forma por procesos similares.

Me pregunto si esta corrupción espiritual no ha afectado la tarea de la Iglesia.

Me pregunto si esta corrupción espiritual no ha traído también corrupción material, con lo que la sociedad toda en la que interactuamos se ha visto infectada por el mismo virus.

Ahora vemos las consecuencias, atravesándonos. Vemos cómo miles… ¡millones! Están alejándose de Cristo producto de esta máscara que portamos en el rostro queriendo mostrar lo que no somos.

Repasando el Pentateuco y a partir del pacto de Sinaí hacia toda la Escritura, vemos un intento permanente de Dios por buscar la fidelidad de Su pueblo. De quienes se identifican con su nombre y se dicen “elegidos”. 

Más de 5000 años han pasado y no aprendemos.

Pensamos que aquellos dichos que tantas veces se repiten en el texto bíblico son historias pasadas, relatos de hombres. Sin embargo, tienen plena vigencia hoy, y Él sigue hablando con las mismas palabras.

Creo que es tiempo de revisarnos, porque en buena medida somos responsables de lo que vemos en los demás. Con nuestras omisiones, con nuestros silencios, con nuestras prédicas vacías de contenido espiritual, no hemos sido los Atalayas que estamos llamados a ser.

De nuestra boca no salió la voz profética de este tiempo.

Hemos recibido el mensaje, pero no lo hemos transmitido… porque estábamos sucios de la misma contaminación que debemos denunciar.

Estas palabras escritas por el profeta Ezequiel tienen 2600 años. Pero me hablan y te hablan.

 

Ezequiel 36:23 al 27 Daré a conocer la grandeza de mi santo nombre, el cual ha sido profanado entre las naciones, el mismo que ustedes han profanado entre ellas. Cuando dé a conocer mi santidad entre ustedes, las naciones sabrán que yo soy el SEÑOR. Lo afirma el SEÑOR omnipotente. Los sacaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los pueblos, y los haré regresar a su propia tierra. Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.

 

¿Me incluirán estas palabras? ¿Tendrán también que ver contigo?

¿Estaremos incluidos entre aquellos que serán reunidos de entre todos los pueblos para regresar a nuestra propia tierra, SU tierra?

Por lo pronto, hoy delante de mi Dios y delante de todos ustedes que leen, abro este corazón de piedra para pedirle a mi Padre que ponga en él un corazón de carne. Me arrodillo ante Su presencia para ser rociado con el agua de purificación.

Te invito a hacer lo mismo, a renunciar a voz en cuello (para que el mundo espiritual se entere) a tus idolatrías. A permitirle al Señor que examine tu corazón y vea si hay en él camino de perversidad.

Sólo así la fuerza de la Iglesia de Cristo tendrá la fuerza para cambiar la realidad de cada alma en un mundo que cae día a día bajo el propio peso de su decadencia moral y espiritual.

Dios te bendiga.

 

HÉCTOR SPACCAROTELLA

tiempodevocional@hotmail.com



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Néstor Barbarito Enviado: 30/06/2016 16:30

Héctor, hermano, a tu pregunta de cuántos de los que nos llamamos Iglesia de Cristo pasamos por estos procesos, cada uno solamente puede contestar por sí mismo. Por mi parte, te aseguro que yo he sido mil veces infiel a mis convicciones, a mi fe y al amor de Jesús. Mil veces en mi larga vida intenté mostrar ese rostro falso de discípulo, con el pretexto de que debía mostrar el rostro de Cristo a los hombres a pesar de mi miseria. Y me pregunto si habrá almas que se perderán o se habrán perdido por culpa de mis infidelidades. Y espero que la acción salvadora del Señor —de mérito infinito— haya suplido mis miserias y no lo permitiera.

Sé que esas “patinadas” mías han sido negativas para la trasmisión de la fe que pretendía. Sólo cuento con que la misericordia de Dios es más grande que mi pecado, y aun así a veces no me animo a levantar mis ojos al cielo. Espero ser comprendido en aquellos a los que el Señor dice: «Aunque sus pecados sean rojos como la escarlata, yo los haré blancos como la nieve» (Is. 1, 18)



 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados