Haciendo memoria
Día a día recibimos de parte de Dios lo que necesitamos, aunque muchas veces ni siquiera lo tenemos en cuenta. Es imposible no tener razones para dar gracias a Dios. Si abrimos los ojos por la mañana, ese ya es un motivo por el cual debemos dar gracias. Si a nuestro lado tenemos una familia, es porque Dios así lo ha permitido. Cada mañana al despertar, pensemos que si podemos caminar, trabajar, reír, cantar o estudiar, ya tenemos motivos suficientes de gratitud. Hay ocasiones en las que perdemos
de vista la intervención de Dios en los hechos de todos los días, por considerarlos comunes y estar acostumbrados a vivirlos.
No es necesario que suceda algo muy sobresaliente para que nos sintamos motivados a la gratitud. Demos valor y apreciemos el cuidado de Dios. Imagínate si recibieras una gran suma de dinero y no tuvieras la posibilidad de disfrutarlo por falta de la salud necesaria. ¿De qué te serviría? ¿Lo pensaste? Sin salud, o sin amor, otras cosas no se podrían disfrutar, dale gracias por cada bendición recibida. Diariamente recibimos su bondad pero
estamos tan acostumbrados a tenerla que solemos no apreciarla. No olvidemos ser agradecidos y si algo nos falta, no nos
enojemos con él, como si lo que Dios permite fuera injusto. Vivamos agradecidos y confiando en Su providencia aún en la escasez y en el dolor, en todo tiempo veremos Su mano
obrando en nuestras vidas y hogares. Tengamos memoria de lo recibido de su mano. Recordando su respuesta a nuestras peticiones, tengamos en cuenta la multitud de
las bondades de nuestro Padre, quien ha enviado a Jesús para darnos salvación, perdón y vida eterna a todos lo que creemos en Él. Así como disfrutamos viendo la sonrisa de nuestros hijos, cuando los sorprendemos y disfrutamos tanto de su abrazo, nuestro Padre Celestial también merece y espera recibir
nuestras expresiones de simple y sincera gratitud. ¿Le diste gracias al Señor esta mañana por haber despertado? Si no lo hiciste, hazlo de todo corazón en este momento.
Araceli
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