El justo nunca ha sido desamparado, ¡y te aseguro que no vas a ser la excepción!
Por supuesto, es importante tener en cuenta que la clave de esta promesa se desprende de la palabra “justo”. Cuando tú y yo llegamos a Cristo, se nos dio lo que la Biblia llama justicia imputada. La mejor manera en que puedo explicar esto es a través de la parábola del hijo pródigo (Ver Lucas 15). La Biblia nos dice que este muchacho tomó su herencia y se fue lejos de su padre, de la misma manera en que muchos de nosotros nos apartamos de Dios en nuestros primeros años. Él terminó en un lugar de hambruna y dolor, haciendo cosas que nunca creyó sería capaz de hacer. Y aunque sabía que no tenía ningún mérito, un día tan sólo se levantó y comenzó a volver a casa. Para su sorpresa, al llegar cerca de su casa, su padre corrió al encuentro, abrazándolo y cubriéndolo con la mejor túnica de la casa.
De la misma manera, cuando decidiste volver a Dios, Dios te recibió. Te abrazó y te cubrió con la túnica más fina, la sangre que Jesús derramó en la cruz hace dos mil años. Dios te limpió y te dio una justicia que tú no ganaste.
En la parábola, la túnica venía con un anillo, que representa el poder que el hijo necesitaría para poder ser el embajador que su padre lo estaba llamando a ser. También se le dio un par de zapatos, lo que significa que su justicia implicaría una travesía. No fue llamado simplemente estar de pie en el camino y a lucir bien y limpio. ¡No, fue llamado a emprender una travesía con su padre!
PR. CARTER CONLON