¿Cómo consigo
Tu abrazo?
Hace
2700 años, se levantó una voz pequeña desde un pueblo rural cercano a
Jerusalén. Fue suficientemente inspirada para motivar que Ezequías (rey de
Judá) impulsara una reforma espiritual en el reino, llamando a volverse a Dios.
Miqueas 6:6 y 7 ¿Cómo podré acercarme al Señor y postrarme
ante el Dios Altísimo? ¿Podré presentarme con holocaustos o con becerros de un
año? ¿Se complacerá el Señor con miles de carneros, o con diez mil arroyos de
aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por
mi pecado?
Estudiando los
libros de los profetas menores del Antiguo Testamento, me encontré nuevamente con
Miqueas. El libro es pequeño y de fácil lectura, solamente 7 capítulos.
Miqueas fue un
profeta de origen campesino de finales del siglo VIII a. C., proveniente de
Moreshet una pequeña aldea a unos 30 kilómetros de Jerusalén.
En idioma
hebreo, su nombre quiere decir: "¿quién
como Dios?". Habitualmente en la tradición de Israel el nombre está asociado
al espíritu de la persona, de lo que será su ministerio, de las características
de su personalidad.
Su labor profética
se cumplió en tiempos de los reyes Jotán de Judá (reino del sur), Acaz y
Ezequías (también de Judá) y fue contemporáneo de los profetas Isaías, Oseas y
Amós.
Como sucede
con la Palabra, cada texto que leemos tiene un valor histórico contextual, pero
impacta en nuestra realidad de hoy. Igual que con otros profetas, Miqueas tiene
frente a sus ojos una realidad social y política muy similar a la que podemos
ver nosotros en este siglo XXI.
Frente a ello,
Dios usa un hombre para mostrarnos un camino y es el de no ceder a lo que se ha
convertido en común, pero además no quedarse callado. Él demostró un gran celo
por el pacto con Dios y consideró que la infidelidad al amor de Dios se hace
sentir en la explotación del prójimo. No puedo decir que amo a Dios, que soy
fiel a Su mandato si soy insensible o incluso doy vuelta la cara ante el
sufrimiento y la necesidad material, psicoemocional o espiritual.
Miqueas fue
contemporáneo de Isaías y su libro tiene un estilo muy parecido. De hecho, en
algunas ocasiones a este libro se le llama "Isaías en miniatura” porque es
una presentación mucho más breve de lo que es esencialmente el mismo mensaje
que el de la profecía de Isaías.
Amó a su
pueblo campesino y pastoril y pudo sentir en él el interés del Señor. Denunció
a los ricos y poderosos y a los sacerdotes y falsos profetas que actuaban para
conseguir poder y privilegios, según fue el mandato que recibió del Señor. Su
voz se alzó proféticamente denunciando, pero además abriendo puertas para la
conversión moral y espiritual, para el arrepentimiento. Rechazó el abuso de los
nobles de Jerusalén contra la mayoría del pueblo campesino y el uso de la
religión como excusa para ocultar las injusticias sociales, la manipulación
espiritual.
En este
pasaje, frente a la degradación moral, se pregunta: ¿qué hay que hacer? ¿Cómo
volver el rostro a Dios y ser merecedor de un nuevo abrazo?
Miqueas puede
ver a los no creyentes diciendo al ver nuestra conducta: ¿Dónde está tu Dios?
Escuchando sus
palabras puedo ver mi oscuridad en el espejo del alma y preguntarme: ¿Qué sacrificio
es suficiente?
¿Cuántas veces
nosotros estamos frente a ese abismo espiritual, incapaces de levantar los ojos
al Cielo, sintiendo que en donde estamos ya no hay regreso, que hemos caído una
y otra vez en el mismo hoyo de pecado y que estamos embarrados de estiércol hasta
el cuello?
Ante esta
realidad tuya y mía no hay méritos suficientes con que podamos justificarnos. Nada
es suficiente, ni aún, como dice en 6:7, el sacrificio de un hijo.
Cuántas veces
seguimos intentando hacer cosas que agraden… no es eso lo que Dios nos pide. El
hombre no entendía 700 años antes de Cristo, y tampoco hoy.
Puedo cerrar
los ojos y ver al profeta en la plaza de mi pueblo, quebrado, intentando que
oídos engrosados de la gordura del pecado escuchen y entiendan:
Miqueas
6:8 ¡Ya se
te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Si hoy tu y yo seguimos
escuchando este mensaje es porque estamos a tiempo en lo personal, pero además
porque tenemos que encontrar la forma, el medio, el camino de que esa voz
profética sea alzada al presente porque aún hoy hay esperanza del
arrepentimiento, de la humillación del ego y de correr a los brazos del Padre.
Dios te bendiga.
HÉCTOR SPACCAROTELLA (tiempodevocional@hotmail.com)