Viktor Frankl fue un psiquiatra judío, a quien a los 24 años de edad le tocó vivir el extremo sufrimiento de los campos de concentración de la Alemania Nazi. A partir de su búsqueda de propósito al padecer propio y de sus compañeros, desarrolló una terapia psicoanalítica que ha salvado a millones de vidas. Uno de sus libros: “El Hombre en Busca de Sentido” relata la vida cotidiana en el campo de exterminio de Auschwitz donde fue prisionero hasta el fin de la guerra. De ese libro tomo un párrafo de pura poesía y de trascendencia divina que sentí compartir:
“Algunos detalles, de una muy especial e íntima grandeza humana, acuden a mi mente; como la muerte de aquella joven de la que yo fui testigo en un campo de concentración. Es una historia sencilla; tiene poco que contar, y tal vez pueda parecer invención, pero a mí me suena como un poema.
Esta joven sabía que iba a morir a los pocos días; a pesar de ello, cuando yo hablé con ella estaba muy animada.
"Estoy muy satisfecha de que el destino se haya cebado en mí con tanta fuerza", me dijo. "En mi vida anterior yo era una niña malcriada y no cumplía en serio con mis deberes espirituales."
Señalando a la ventana del barracón me dijo: "Aquel árbol es el único amigo que tengo en esta soledad." A través de la ventana podía ver justamente la rama de un castaño y en aquella rama había dos brotes de capullos. "Muchas veces hablo con el árbol", me dijo.
Yo estaba atónito y no sabía cómo tomar sus palabras. ¿Deliraba? ¿Sufría alucinaciones? Ansiosamente le pregunté si el árbol le contestaba.
"Sí" ¿Y qué le decía? Respondió: "Me dice: Estoy aquí, estoy aquí, yo soy la vida, la vida eterna."
Me impactó ver que allí, en medio de esa agonía estaba Dios tomando de la mano a esa joven. He tomado de la mano a muchos prójimos sufrientes que repiten una y otra vez: “¿Donde está Dios en medio de mi sufrimiento?... creo que este párrafo del libro de Viktor Frankl responde: “allí, junto a vos, siempre cerca, abrazándote, llorando con tu llanto”.
HÉCTOR SPACCAROTELLA