Adoración Y Obediencia
Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Salmo 95:6
Cuando enseñamos obediencia a los niños, les decimos que eso es bueno para ellos. Les explicamos las recompensas que lograrán cuando hacen lo que queremos; estarán seguros del peligro, aprenderán nuevas destrezas, y, sobre todo, vivirán una vida bendecida y significativa. ¡Les enseñamos a nuestros hijos que obedezcan debido a que hacerlo les dará gozo!
Es lo mismo en nuestra adoración a Dios. Usted tal vez no piense de la adoración como una orden que obedecer, ¡pero lo es! En el Salmo 95 leemos el gozoso mandato de venir, cantar, gritar, adorar, postrarse y arrodillarse. Cuando las Escrituras nos dicen que adoremos, es a fin de que seamos bendecidos al hacerlo.
Cuando le abrimos nuestros corazones a Dios, proclamamos su valor y le agradecemos por su rica provisión para nosotros en Cristo, eso le agrada.
En la adoración reconocemos que Dios es Dios, y nosotros no lo somos. Reconocemos que no hay nadie más alto, nadie más poderoso o digno de nuestra alabanza que nuestro Dios santo. Por la adoración recibimos la asombrosa bendición de encontrarnos con nuestro Hacedor.
DAVID JEREMIAH |