REFLEXIÓN VIERNES 2 DE SEPTIEMBRE DE 2016
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.”
1 Juan 1:9.
Esta
es la importancia de la confesión de nuestros pecados, para
generar una exquisita limpieza en todo nuestro ser. De pronto es lo
que, humanamente, menos practicamos, debido a la falta de confianza en
nuestro confesor terrenal. Tememos a que, nuestras cosas privadas e
íntimas, se vuelvan
“Un secreto a voces.”.
La verdad, necesitamos dar ese paso, guiados por el precioso Espíritu Santo.
“Por
tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros
para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho.”
Santiago 5:16.
Se
puede comparar la confesión con ese exquisito baño que nos damos cada
mañana. Ese duchazo con agua y jabón limpian nuestro cuerpo y hacen
que nos veamos limpios y hermosos externamente.
Pero…
¿Qué nos limpiará por dentro?
¿Qué limpiará mi interior cada mañana y cada segundo de mi vida?
Hay un único y perfecto agente de limpieza que no lo puedes comprar en ninguna parte. Como dice el refrán popular:
-Eso tan bueno no lo venden en las droguerías.-
Ese desinfectante interno es la SANGRE de CRISTO
y es un regalo exclusivo de Dios, para todo aquel que cree en su Amado Hijo.
¿De qué necesitamos limpieza?
Cada uno sabe cómo anda en su interior. No interesa quien seas ó lo que hayas hecho en tu vida,
JESUCRISTO
puede limpiar tu interior. Mira a Jesús y vuélvete a Él. Confiésale tu pecado y arregla las cosas con Él hoy.
“El volverá a tener misericordia de
nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del
mar todos nuestros pecados.”
Miqueas 7:19.
Es verdad que el jabón lava nuestro cuerpo, pero solo la
SANGRE derramada por Cristo en la cruz, lava nuestra mente y nuestro corazón. Ella nos limpia de todo pecado.
ORACIÓN
“Soberano
Dios y Padre Celestial: Crea en mí un corazón limpio; aparta tu rostro
de mis pecados y borra toda mi maldad. Lávame
y quedaré más blanco que la nieve. Te doy Gracias por el regalo
maravilloso de tu amado Hijo, que se ofreció asimismo, sin mancha, para
limpiar nuestras conciencias. Gracias Cristo bendito porque nos amas y
lavas nuestros pecados con tu sangre y nos has hecho
reyes y sacerdotes para Dios el Padre. A ti sea gloria e imperio por
los siglos de los siglos”. Amén y Amén.
-FELIZ FIN DE SEMANA-
ARBEY SERNA ORTIZ