– “No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives –le respondieron– ¿Dónde están todos estos animales?”
Entonces el ermitaño les dio una explicación que todos pudieron
comprender… porque todos los hombres también llevamos estos animales en
nuestro interior…
– “Los dos halcones –les dijo– se lanzan sobre
todo lo que se les presenta en frente, bueno y malo… así que tengo que
domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena… son mis ojos…”
– “Las dos águilas, con sus garras, hieren y destrozan todo lo que
toman… tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y
ayuden sin herir… son mis dos manos…”
– “Los conejos quieren ir
adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas que les
parecen difíciles… así que tengo que enseñarles a estar quietos, aunque
haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me guste… son
mis pies…”
– “Pero lo más difícil es vigilar la serpiente, pues
aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas, siempre está
lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la
jaula… si no la vigilo de cerca, hace daño y lastima… es mi lengua…”
– “El burro es muy obstinado y no quiere cumplir con su deber… pretende
estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día… ese es mi
cuerpo…”
– “Finalmente necesito domar al león, pues quiere ser el
rey… siempre quiere ser el primero, es vanidoso y orgulloso… es mi
corazón…”
Menuda tarea la del anacoreta… y la nuestra, pues al
igual que él, nosotros también tenemos que domar las “fieras” que
llevamos dentro… de eso se trata la “conversión” de ir muriendo a
nuestros apegos y pasiones, para dejar que Jesús viva en nosotros…
«ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí»…
PUBLICADO POR ALEJANDRA GIMENEZ