REFLEXIÓN VIERNES 25 DE NOVIEMBRE DE 2016.
“Bendito
sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias
y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que
nosotros somos consolados por Dios.”
2 Corintios 1:3-4.
¿Alguna vez se ha sentido impotente o frustrado en su intento por consolar a alguien que
está sufriendo alguna adversidad? Nos sucede con frecuencia que
nos
sentimos impotentes y frustrados en nuestro intento por consolar a
alguien que está pasando por dificultades de cualquier
tipo como enfermedad, divorcio, problemas económicos, enfrentamientos
familiares y, que decir, cuando esa persona ha perdido a un ser querido.
Muchas
veces nuestras palabras, palmaditas en la espalda o fuertes abrazos no
han sido
lo suficientemente efectivos como para aliviar el dolor por el que está
pasando alguien. A veces no encontramos que hacer para que ese amigo,
ese hermano, ese hijo o ese familiar se sienta bien.
Es
importante brindar nuestra compañía a esa persona que está en
sufrimiento, máxime cuando
también nosotros hemos vivido aflicciones semejantes y sabemos del
profundo sentimiento de dolor que se experimenta en tal ó en cual
circunstancia. Somos conscientes que toda consolación viene de Dios.
Solo Él, en su infinito amor, puede calmar el sufrimiento,
el dolor o la desesperación que nos embarga, en cada circunstancia
difícil que afrontamos.
Nosotros podemos ser consoladores
para otros, así como hemos sido consolados por Dios en nuestras
adversidades. Aunque te parezca que no tienen ningún efecto, tus
abrazos, tus palmaditas o tus demostraciones de afecto a esas personas
que sufren, sigue adelante, porque Dios mismo es quien está
consolando.
¿Estás atribulado?
¿Lo está alguien cercano a ti? Dios puede usarte, con una palabra saciada de gracia, con un abrazo ó un afectuoso y tierno silencio.
ORACION
“Soberano Dios y Padre Celestial: Gracias
Padre
de misericordias y Dios de toda consolación, porque me consuelas en
todas mis tribulaciones y me haces instrumento para consolar a aquellos
que se encuentran
en medio de la adversidad. Tú usas la consolación con que yo mismo he
sido consolado por ti, para ser bálsamo y refrigerio a todo aquél que se
siente cansado, sin fuerzas, atribulado y perdido en medio de la
tempestad.
Cuando
estoy en tu presencia, encuentro refugio bajo tus alas; en medio
de la aflicción, renuevo mis fuerzas en ti y sacias mi ansiedad.
Dichosos los que te alaban, los que contemplan tu gloria. Tú eres mi
delicia y te anhelo con todo mi corazón,
Tu Santo Espíritu me guíe y me fortalezca cada instante
de mi vida, en el glorioso nombre de mi Señor Jesucristo.” Amén y Amén.
- FELIZ FIN DE SEMANA-
ARBEY SERNA ORTIZ