“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto...te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:2-3).
Me repito a mí mismo estas palabras, a lo largo de mi día: “Yo vivo de cada palabra que sale de la boca de Dios”.
Si la Palabra de Dios no es confiable, si la Biblia no es la Palabra misma inspirada por Dios, entonces vivir sería en vano. No habría esperanza sobre la faz de esta tierra.
Cuando esta palabra en Deuteronomio vino a Israel, las condiciones en el desierto se habían tornado aterradoras para ellos. Dios les había permitido experimentar sed, dolores de hambre y ahora, de la misma boca de Dios, oímos estas palabras: “Te humillé y permití que pasaras hambre y sed. ¿Por qué? Todo porque Yo quería que supieras que puedes confiar en Mí. Puedes vivir en Mis promesas”.
Dios no permitiría que Su pueblo muriera de hambre o de sed. Él sabía exactamente lo que iba a hacer para librarlos. Y, amado, Dios también tiene un plan para tu liberación.
¡Oh, cuánto necesitamos que el Espíritu Santo nos guíe y nos consuele en nuestros tiempos de prueba! Sin Su presencia, Su dirección o Su derramamiento diario de fuerza, ninguno de nosotros podría lograrlo. No hay determinación humana que pueda sobrevivir a las pruebas diarias que soportamos en el camino.
Diariamente, debemos echarnos sobre la Palabra revelada de Dios y confiar que el Espíritu Santo hará que se haga vida en nosotros. “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos,Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca…él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió” (Salmos 33:6, 9).
DAVID WILKERSON